Seguro que muchos, durante este mes de septiembre, han vuelto a coger la cartera: los niños y jóvenes, estos como mochila u ordenador, para llevar los libros y demás utensilios al colegio. En estos días los niños han tomado su cartera y han caminado ilusionados al cole.
Mientras tanto, los padres o abuelos les acompañan pensado tanto en la ilusión del niño como en la otra «cartera», es decir, en el precio de los libros, los gastos del cole y como atender a los niños mientras ellos caminan a su trabajo.
Aunque el gasto de los libros sea un consumo loable, sin embargo los editores y las librerías aumentan su caudal y hacen el agosto durante estos meses. Mientras tanto, los colegios y profesores con sus métodos educativos dirigen un consumo a la vez legítimo y producto del negocio.
En otro orden de cosas, además de las próximas elecciones, la nueva temporada de otoño viene marcada por la tendencia de la nueva economía. En ella desempeñan un papel importante nuestros hábitos de consumo, no sólo como agentes que intervienen en el mercado o como actores que se identifican con determinados productos o marcas: consumimos libros, comida, viajes, vestidos, diversión.
Nuestro papel como consumidores es mucho más activo y valioso de lo que nos imaginamos porque nuestro consumo expresa nuestros valores y contravalores. Ha surgido un horizonte de productos, servicios y prácticas comerciales, relacionados con la sostenibilidad, el comercio justo, la proximidad. Incluso la instalación del mercado ecológico y orgánico como un salto cualitativo de un consumo responsable a un consumo excelente.
Como seres humanos deberíamos pensar en consumir inteligente y racionalmente. De forma inteligente: cuando vayas a comprar lleva escrito en un papel lo que necesitas y no compres más que lo escrito aunque te apetezca en ese instante. Si no lo haces, seguramente comprarás más de lo necesario, se caducarán tus compras y tendrás que tirarlos a la basura. No compres nunca más de lo que vas a consumir. Si no lo haces perjudicarás tu cartera.
De forma racional: cuando compres mira los productos. Piensa comprar productos de forma solidaria: compra aquello que producen los países pobres, aquellos productos más naturales y producidos ecológicamente y acude a los supermercados que favorezcan las empresas más sociales, es decir, las pequeñas y medianas empresas que están junto a tu casa.
De todos modos, hay muchas razones que explican este lento cambio de tendencia y una de ellas es la progresiva entrada de nuevas generaciones de consumidores que aplican a la economía lo que sus abuelos aplicaban a la política tradicional: la implicación personal y la participación significativa con determinados valores. Lo llamamos “votar con la cartera” y «comprar con inteligencia solidaria».
Si el mundo de la política se nutre por el voto de los ciudadanos, el mundo de la economía social de mercado se nutre por el voto de los consumidores. Cuando sacamos el dinero para pagar unos determinados bienes, productos, servicios o marcas, estamos tomando decisiones personales que condicionan el conjunto de la actividad económica. Desde la pequeña tienda de nuestro barrio hasta la oficina bancaria real o virtual, pasando por restaurantes y supermercados, todo depende de nuestro voto y decisión.
Aunque no nos demos cuenta, porque el sistema económico actual se alimenta de nuestra ingenuidad y pasividad, nuestro poder como consumidores es significativo. Por anémica que sea nuestra cartera, detrás de ella está nuestra personal decisión. Los técnicos de publicidad saben que el éxito de un producto está no sólo en un envoltorio presentado atractivamente, sino en buenas razones para generar confianza en el servicio.
La nueva economía no se explica, como en el pasado, desde el poder del estado o del mercado Hoy, tiene fuerza la mano visible de un consumo responsable sin el que sería imposible una sociedad abierta y una globalización sostenible. A esta dirección apuntan las tendencias de la nueva temporada de otoño: economía de comunión, del bien común, circular, sostenible y, sobre todo, la economía civil.
Los ciudadanos debemos consumir inteligentemente, atendiendo a nuestra cartera y al bien de la naturaleza, y al mismo tiempo solidariamente, atendiendo a los más necesitados. !atención a la publicidad, el mayor carterista en la actualidad!
