Durante los últimos días he tenido la ocasión de hablar con numerosas personas mayores (ancianos). El tema de conversación ha sido: la pandemia, el sufrimiento y la falta de libertad. Nos hemos interesado por sus nietos y sobrinos.
¡Cuánto dolor! hemos visto mucho dolor: al futuro, a perder la vida, al abandono, a la falta de libertad. Tienen la sensación de que las autoridades les han abandonado y que la sociedad no les quiere. ¿cómo es posible, me decían, que esta cultura no tenga en cuenta a los débiles? ¿cómo es posible que hayamos educado a nuestros hijos para que nos dejen tirados en el dolor porque somos mayores?
Y es que la vida, estimado lector, tiene el mismo valor a los 90 que a los 5 años. Los dictadores, marxistas y capitalistas piensan que vale el que produce. Sin embargo humanistas y creyentes creemos que si a alguien hay que ayudar es al que más lo necesita, es decir, al débil, al niño, al enfermo y al anciano.
La pandemia de COVID 19 ha traído mucho sufrimiento porque ha afectado de forma especial a la salud de millones de personas, especialmente mayores, por lo que su alivio, que no han tenido, se ha vuelto un tema esencial. La situación provoca dolor, incapacidad, dificultad para conseguir alivio de los síntomas, percepción de falta de futuro, soledad, además de los efectos de la enfermedad en las familias.
Entendamos que el sufrimiento humano es un estado afectivo, cognitivo y negativo que se caracteriza por una amenaza a su integridad, por la impotencia para hacer frente a esta amenaza y por el agotamiento de los recursos personales y psicosociales que le permitan afrontarla.
El dolor físico se transforma en sufrimiento cuando es persistente y el paciente lo considera como un signo precursor de un daño importante que pone en peligro su existencia. Es más amplio que la depresión y contiene varios aspectos psicológicos, sociales y espirituales. Nos preguntamos ¿dónde estaban los psicólogos para ayudar a los ancianos infectados al final de su vida? ¿por qué algunas autoridades han impedido la asistencia religiosa a los enfermos en el final de su vida?
El sufrimiento no tiene sentido por sí mismo porque es un ataque frontal al sentido humano de la existencia. Nos retira de las preocupaciones que merecen la pena, porque el que sufre no puede centrarse en convivir con otros, en adquirir conocimientos, en experimentar con intensidad la amistad. Lo que sí tiene sentido, y mucho, son las formas de protegernos del sufrimiento y las tentativas para erradicarlo. Pero a muchos se les ha impedido el acceso a la protección sanitaria.
Por ello, su alivio es una de las obligaciones de la profesión sanitaria y más en estas circunstancias en las que está la vida en peligro. Durante la fase final el médico tiene breves pero muy significativas formas de ayudar a los pacientes para aliviar el sufrimiento psicológico, social y espiritual, a través de un contacto respetuoso, una escrupulosa atención a los cuidados físicos y a los síntomas molestos, escuchando cuáles son sus valores y voluntad, más aún si tienen dificultades para comunicarse, procurando que no les falte compañía hasta su muerte.
El sufrimiento no surge solo ante los síntomas dolorosos, sino también ante sus significados, por lo que los cuidadores deben procurar detectar lo que el paciente perciba como una amenaza para buscar cómo atenuarla, para que, en la medida de lo posible, adquiera control sobre su situación, permitiendo que esté cerca un ser querido para ayudarle a resolver sus dificultades.
Hay que mostrarse en todo tiempo sensibles a la dimensión temporal subjetiva de los enfermos, en particular del que es o se muestra más vulnerable, del que teme lo peor, a través de: a) control del dolor, náuseas, disnea y otros síntomas molestos; b) tratar de aliviar los problemas psicosociales: soledad; c) comunicación efectiva, honesta que respete su dignidad; d) ofrecer una presencia empática y una atmósfera cordial , e) fomentar su esperanza de estar bien cuidado y de que estará siempre acompañado y f) para muchos, estar en armonía con lo trascendental. Todo esto ha faltado e incluso se han hecho leyes y protocolos impidiendo que existieran. ¡qué cultura tan inhumana hemos creado!
