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Andalucía, el granero inundado

por Gonzalo Vázquez
4 de junio de 2022
GONZALO VAZQUEZ
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Las tragaderas

Mis queridos párrocos rurales

Esta semana se cumplían cuatro años de la moción de censura a Rajoy y si en aquel momento le hubieran ofrecido a Sánchez un sitio donde celebrar el cumple, hubiera pedido hacerlo en una campaña electoral andaluza, como presidente, habiendo acabado con Rivera, Casado e Iglesias y apoyando al candidato que ganó a Susana. Deseo cumplido y, sin embargo, el escenario es indeseable. El granero socialista, la perfecta máquina electoral, el territorio que estuvo a punto de convertir al PSOE en el Partido Nacionalista Andaluz, va a cambiar de bando. Los estudios dicen que los andaluces siguen siendo más de izquierdas y, sin embargo, votarán derecha. Todos los estudios, incluido el CIS, pronostican que un 10% de los antiguos votantes socialistas van a dar la confianza al candidato popular y otro 20% se lo está pensando. Un trasvase que pone en riesgo la teoría de la movilización que dice que la izquierda pierde si se queda en casa. Hay algo peor. Que salga y vote al de enfrente. Los vientos del cambio te cambian de acera.

Podríamos pensar que Moreno Bonilla ha entendido bien la sociología andaluza y ha mantenido el fuerte peso de lo público y lo social. Que ha escondido las siglas populares para tragarse entero a Cs y que no ha permitido injerencias de Madrid. Podríamos pensar que Olona ha afianzado su nicho de folclorismo faltón, que la izquierda plural ha vuelto a disgregarse como proyecto y que el candidato socialista no ha trascendido la imagen de elegido de Sánchez. Esto explicaría por qué esos cambios de acera no llegan a los vecinos extremeños o manchegos, pero hay algo más: un mar de fondo a nivel nacional sobre un concepto que parecía positivo y ha ido deteriorándose: la resistencia. Desde aquella necesaria moción de censura que debió abrir las urnas inmediatamente, durante aquellas primeras elecciones ganadas que llevaron a unas segundas que nunca debieron producirse, el propio gobierno empezó su relato de resistencia: de resucitar, de buscar apoyos debajo de las piedras, de salvar votaciones en el último minuto, de remontar a izquierda y derecha y, sin embargo, esa épica que nos pega a la pantalla para ver a Nadal o al Madrid, se ha ido haciendo antipática. Pudo funcionar con la amenaza de Vox y la inconsistencia de Casado, pero con Feijóo en Génova y Vox en los despachos, una parte de la población ha desconectado y la ha ido identificando como apego al poder, como empecinamiento autoritario.

Esta resistencia mutada en persistencia es la cualidad que le pedimos a las cosas que necesitamos a nuestro pesar, como un empaste o una batería. Sin las expectativas ni la ilusión que tiene aquello que nos emociona, incluido la política, especialmente la de izquierdas. Si a un español le dices que algo es resistente, va a intentar cargárselo. Si le dices que es resiliente, además lo hará con rabia. Por eso cuando el gobierno se define como social y decente, cuando cuenta que, a pesar de una pandemia y una guerra, se crea empleo y se amplían derechos y protección social. Que la situación en Cataluña es mejor, que Sánchez ha recuperado peso internacional…los desconectados interpretan estos hechos objetivos y contrastados como una trampa para seguir resistiendo. Y pocos escuchan que esos progresos en derechos y servicios públicos pueden frenarse por las narrativas simples del patriotismo liberal. Si a lo hecho se le acompañara de lo que queda por hacer, si a la crítica a la oposición se añadiera la autocrítica, se ganaría credibilidad. Al manual de resistencia hay que sumar el de empatía. Nada te hace más fuerte que mostrar tus debilidades, nada te da más estabilidad que estar dispuesto a abandonar.

No se ganarán muchos votantes, ni siquiera se mantendrán, llamando mangantes al PP de la Gurtel en la Andalucía de los ERES. De ese barro solo sale limpio Vox. Exagerar el riesgo de una ultraderecha caciquil enemiga de poetas, mujeres, gays y obreros puede tener el efecto contrario. Las tripas del CIS dicen que para frenar a Vox se confía tanto en el PP andaluz como en la izquierda. Ese mar de fondo ha creado una ola que amenaza con alcanzar su cima el 19 de junio e inundar el granero socialista. Sánchez podrá surfearla con medidas económicas, con un cambio de Gobierno, incluso con la sustitución de Sánchez por el propio nuevo Sánchez, pero convendría empezar a hablar menos de resistencia y más de proyectos ilusionantes. Hay que ganar otra vez el granero. Grano a grano. Con más miel y menos hiel.

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