Segovia también puede reclamar arte expoliado. Con la exclaustración, salieron obras de arte que se fueron, lejos unas, y sólo hasta aquí cerquita otras. Pero, de una u otra forma, el caso es que Segovia se quedó sin ellas. En esta tabla está representado el fundador de la orden dominicana, el burgalés Santo Domingo de Guzmán, con sus símbolos: el can que devora la herejía y la cueva del valle del Eresma en la que se le apareció el Crucificado mientras hacía penitencia. Pintado por Ambrosius Benson. Del segoviano convento de Santa Cruz al Museo del Prado.

En el mismo retablo en el que estaba la tabla de Santo Domingo, colocado, por lo que han expuesto los estudiosos del tema, en una de las capillas laterales de la vasta iglesia del gótico isabelino, había seis en total. Una era ésta, en la que el artista, también Ambrosius Benson, pintó a un segundo gran santo dominico, el sabio teólogo Santo Tomás de Aquino, que adopta un gesto de protección hacia un donante. Se puede decir lo mismo que ya dije de la tabla anterior: del segoviano convento de Santa Cruz al Museo del Prado.

Otra de las tablas del retablo tenía este tema, frecuente en las historias pintadas de la vida de la Virgen: Abrazo de San Joaquín y Santa Ana, sus padres, ante la Puerta Dorada. El matrimonio no tenía hijos, lo que estaba muy mal visto entre los israelitas, y Joaquín decidió retirarse al campo a cuidar sus rebaños. Un día se le apareció un ángel y le dijo que volviera a casa, que Ana estaba embarazada. Lo hizo y se encontraron, fusionándose en un abrazo, junto a la puerta de la muralla que daba acceso a la ciudad. Pintura de Ambrosius Benson. Repito, del segoviano convento de Santa Cruz al Museo del Prado.

Y de las historias pintadas con temas marianos es también esta tabla que contiene dos: el principal es el Nacimiento de la Virgen, curiosa escena costumbrista con detalles de cómo se cuidaba en Flandes en aquella época, a las parturientas; el secundario, la Presentación de María niña en el templo, visible a través de la ventana situada a la izquierda. La niña es muy pequeña, pero llega hasta la escalinata del templo y, ante el asombro de los presentes, la sube ella solita. Ambrosius Benson. Sigo repitiendo aunque resulte pesado: del segoviano convento de Santa Cruz al Museo del Prado.

Esta tabla con la Piedad es posible que fuera el coronamiento del retablo, la obra de Ambrosius Benson que estamos comentando, sacada del convento segoviano de Santa Cruz para ser llevada al Museo de la Trinidad que se había preparado en Madrid con las obras de los conventos suprimidos que se consideraron más interesantes. Luego lo pasarían al Museo del Prado. Ambrosius Benson, italiano de origen, marchó a Flandes, aprendió la técnica y las maneras flamencas y se hizo seguidor de los maestros primitivos, a los que imitaba. Fue uno de los más notables manieristas de Amberes. En este cuadro muchos apreciarán rasgos del trágico Van der Weyden.

Y esta es la tabla que ocuparía el espacio central del retablo: Santa Ana, la Virgen y el Niño, o Santa Ana triplex. Es la sexta de las pintadas por Ambrosius Benson para el retablo que compraron los dominicos, o sus mecenas, del convento segoviano de Santa Cruz. Empequeñecidas por tantas maravillas de pintura flamenca que hay en el Museo del Prado, las seis tablas pasan prácticamente desapercibidas. Siempre que he ido a ese maravilloso museo me he acercado a verlas y casi siempre he podido contemplarlas en soledad. Con lo bien que lucirían en Segovia junto al resto de obras del manierista Ambrosius Benson que la ciudad guarda.

Del monasterio segoviano de Santa María del Parral salió esta espléndida tabla: La fuente de la vida o El triunfo de la iglesia sobre la sinagoga, que el rey Enrique IV había regalado a los monjes jerónimos. Al ser estos exclaustrados, la pintura fue requisada por el Estado que la llevó al Museo de la Trinidad de donde pasó luego al Museo del Prado. Juan de Contreras, que escribió sobre ella, veía en esta tabla un retrato de la vieja Segovia, con su obispo y los habitantes de la Judería. También Juan II, quien reinaba en Castilla cuando se produjo el milagro que dio origen a la Catorcena y, con ello, el tema para esta pintura.

Otra interesante tabla que salió del Monasterio segoviano de Santa María del Parral a raíz de la exclaustración es esta de San Jerónimo en compañía de sus monjes. No es una escena convencional sino un cuadro de interior en el que aparecen gentes que trabajan. Así sería un escritorio, en el que los monjes copiaban libros, y eso era lo que utilizaban, pupitres, plumas -hay quien podía escribir con dos a la vez-, tinteros, lentes para los ojos cansados… La pintura debió ir a Londres tras el gran expolio y allí fue adquirida por Lázaro Galdeano. Hoy enriquece el museo que este benemérito coleccionista creó en Madrid.

Como descuidada por el suelo en una parada de los Encantes, en Barcelona, vi esta fotografía. Me gusta mucho el arte flamenco primitivo así que pregunté el precio y pagué sin regatear. Escrito a lápiz en el dorso hallé el premio: “Campo de gules y bordura azur. Enviado por Lucas Palms. Existe en el Museo de Cataluña en Barcelona clasificada como obra del Mestro de Franckfurt. Fue donada a principios de siglo al Museo por Cabot quien lo adquirió procedente de una iglesia de Segovia”. Iría a visitar el museo y a conocer la obra del Maestro de Frankfurt, del que en la Catedral de Segovia hay copia de otra pintura suya.

En el museo vi en color las imágenes que la vieja fotografía me había mostrado en blanco y negro. Sobre el arcángel Gabriel está el escudo con campo de gules (rojo) y bordura de azur (azul) que decía lo escrito a lápiz en el dorso y que puede ser el del donante. ¿Sería este escudo el de la familia segoviana que lo encargó? El escudo que está sobre María ha perdido la pintura. La Virgen es rubia y el pelo de Gabriel es rojizo como no he visto otro en pintura alguna y ambos son robustos, tipos semejantes a tantos hombres y mujeres que el artista habría visto paseando por las calles de su Franckfurt natal.

La pintura que estoy mostrando, atribuida al Maestro de Franckfurt, es un tríptico de buenas dimensiones formado por una tabla central y dos puertas laterales que, cerradas, muestran la Anunciación que ya conocemos y, abiertas, representaciones del arcángel San Miguel y de San Francisco. En la de la izquierda está el primero llevando una cruz-lanza, la balanza en la que pesa a las almas cuando estas llegan al juicio final y aplastando a un feo demonio que el artista ha pintado a sus pies.

Y en la tabla de la derecha el artista pintó otro tema frecuente en la época. San Francisco de Asís ha tenido que ponerse en camino acompañado de fray León, uno de sus hermanos en religión. Se paran a descansar y mientras el segundo duerme, el seráfico reza, apareciéndosele el Crucificado que le traspasa las llagas de las heridas que le infligieron sus verdugos durante la pasión. Es un tríptico espectacular por sus dimensiones y por su calidad. Una de las obras más señaladas del Museu.

Y esta es la tabla central del tríptico. Jesús, con los pies metidos en las aguas del río Jordán, recibe el bautismo de manos de San Juan Bautista. A la escena asisten Dios Padre, el Espíritu Santo, simbolizado por una paloma, y un ángel coronado de flores, introducido por el artista para equilibrar la composición. Pocas veces he visto unos lirios más bonitos, dejando al margen los maravillosos pintados por Durero. Lamento varias cosas: que esta magnífica obra fuera comprada por Emile Cabot en una iglesia segoviana, que no sepamos qué iglesia era la que lo había guardado durante siglos y, lo que más, que hoy no esté en Segovia.
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* Supernumerario de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce.
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