En esta, como en alguna otra ocasión navideña, me he regalado con dos DVD’s de música clásica. Uno de ellos reza: Herbert Blomstedt / Martha Argerich / Lucerna Festival Orchestra / y tres partituras de Beethoven.
Tengo que decir, y digo, que una de las sorpresas que me ha dado semejante archivo de música en DVD [creado por Lucerne Festival y Accentus music en 2021] ha sido poder ver-contemplar-gozar del lenguaje gestual de un nonagenario director de orquesta: ¡ qué bonito …, qué ilusionante según iba avanzando mi primera visión-audición !! … ¡ Nunca …, así, nunca había asistido a una lección tan hermosa, gestualmente hablando, digo !!
Daba la impresión de que los profesores de la orquesta entendían a la perfección esas secuencias de gestos (ojos, mejillas plimpladas de aire, y, claro, manos …, y todo el nonagenario cuerpo), que convertían en realidades sonoras las marcas que en sus pentagramas había dejado insinuado …, señalado aquel monstruo de la creatividad humana positiva, con obligatoriedad de seguirlas al pie de la letra, Ludwig van Beethoven (digo creatividad humana positiva, porque también existen otras creatividades humanas y que no son positivas, entre ellas la meticulosa preparación de los asesinatos de, p. ej., la ETA. Es doctrina de Schopenhauer que ‘el Ser Humano, conscientemente, es el único animal capaz de preparar y ejecutar la muerte de sus semejantes haciéndoles el mayor daño posible’ …; desde luego esas creatividades no son “positivas”).
Bueno, en lo que estábamos.
Ese conjunto de impresiones intelecto-sensitivas que iban dominándome según avanzaba la música, y, llegado al final de cada pieza, viendo los sonoros y cerrados aplausos del público, y viendo cómo nuestro director dirigía también la hermosa y gozosa algarabía del escenario y de toda la sala, me trajo a la memoria un tema que había hablado en más de una ocasión con un buen amigo, Primitivo Pérez: ¿sería muy difícil …, o entrañaría alguna dificultad técnica insalvable, el hacer presente de algún modo la imagen del autor de esos jugosos juegos de pentagramas y notaciones que nos admiran al final de una gozosa sesión de música clásica? … ¿No lo echa nadie en falta?
[Ahí queda el reto, lo mismo que ha sucedido con mis insinuaciones, ya llevadas a efecto, de digitalizar las partituras para que no se produzca un vacío de sonido a la hora forzosa de pasar página]
Dios quiera que algún día veamos …, hagamos presente a aquellos conciudadanos nuestros que, a lo mejor, siglos atrás, sufrieron sudores de muerte para organizar, con perfección absoluta, esos cientos de miles de hormiguitas que dejaron moviéndose inmisericordes por …, entre los pentagramas de la partitura general y de las partichelas.
Voy a citarme a mí mismo, para dejar ver que no es de ahora este berrinche.
En uno de los tres ensayitos* que sobre la Pasión según San Mateo de Juan Sebastián Bach (música “sólidamente sublime”) me publicó la revista de mi Universidad, Campus Digital, UMU, decía que todos los elementos que componen la interpretación de obra tan compleja y quasi divina, tenían que seguir, rigurosamente, al pie del pentagrama y sus hormiguitas lo que, con tenue voz, quizás, les había dejado dicho Juan Sebastián Bach … ¡ Por eso …, todo …, sonaba y suena tan maravillosamente hermoso y convincente!!
¿Por qué no podemos incorporarle a los aplausos para director y orquesta, aunque sea en suave y ligera presencia –como homenaje y agradecimiento a su agotador trabajo–, y por la felicidad que nos provoca su obra? Sé, presiento que estoy tocando fondo en alguna flaqueza humana.
Entonces yo tenía a J. S. Bach delante de mí, cuando me unía al borbotón de aplausos de la iglesia repleta de personas, ‘después de que hubiesen aguantado, ellos, 3 horas con los huesos clavados en los duros bancos.’
¿Dónde está la imagen de nuestro Juan Sebastián Bach? … ¿Por qué no podíamos verla … Y la de Beethoven, en este caso?
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* Profesor titular de Escuela Universitaria Jubilado.
# “El director de orquesta nos deja oír y escuchar a todo el complejo conjunto, que responde a las “indicaciones” “anotadas” por J. S. Bach …, (¡ qué bonito es esto que sigue: que es J. S. Bach quien hizo y hace que los intérpretes — ¡ todos !!—estén haciendo lo que su poderosa maestría les dice que hagan, para nuestra alegría y gozo”).
