En el inicio de su reinado, Alfonso XIII conoció las mieles y las hieles, pues en 1906, se celebró la boda del rey con la nieta de la Reina Victoria de Inglaterra, la princesa Victoria Eugenia de Battemberg. El enlace tuvo lugar el 31 de mayo de 1906 en la basílica de San Jerónimo de Madrid. Como curiosidad cabe destacar que, como la novia pertenecía a la iglesia anglicana, hubo de ser rebautizada en el rito católico, antes de la celebración del matrimonio.
La gran ceremonia religiosa se celebró en la basílica de San Jerónimo, y comenzó con un poco de retraso debido a la novia, y fue oficiada por el cardenal Ciriaco Sancha, arzobispo de Toledo. Este mandó una carta unos días antes a la Casa Real lamentando el reducido tamaño de la iglesia.
Los puestos más privilegiados que eran los más cercanos al altar, fueron para los grandes de España, y los miembros de las casas reales extranjeras, que se encontraban justo detrás de estos. Los padrinos fueron la reina madre María Cristina y el cuñado del rey, el infante Carlos de Borbón-Dos Sicilias. Inmediatamente después el cortejo se trasladó a una instalación contigua a la iglesia, donde fue inscrito el acto en el Registro del Estado Civil de la familia real, señalándose en él que el enlace había sido comunicado por el rey a las Cortes y que la princesa Victoria contaba con el permiso de su tío Eduardo VII, monarca de la Gran Bretaña e Irlanda.
A la salida del templo, el cortejo nupcial se dirigía al Palacio Real lentamente para que la multitud de personas que había en la calle viera el maravilloso séquito y el carruaje de caballos blancos donde iban los reyes. Al pasar por el número 88 de la calle Mayor de Madrid la comitiva sufrió un atentado con una bomba camuflada en un ramo de flores tirada desde uno de los balcones. Murieron veintitrés personas entre las que se encontraba la marquesa de Tolosa, hija del marqués de Perales, y su hija, que admiraban el desfile desde un balcón cercano, también fallecieron miembros de la guardia real y personas que admiraban el desfile.

La explosión no hirió a los reyes ni a los guardias que iban en la carroza, entre ellos Diego López Peralbo, escolta de la familia real en la fecha. La reina se presentó ante los invitados con el traje manchado de sangre por los muertos que había provocado el atentado. El collar del Toisón de Oro del rey se partió y se le rompió el uniforme a la altura del pecho, ya que un trozo de la bomba entró en la carroza, quedando incrustada en el asiento. Este trozo se lo entregó la reina María Cristina a su cuñada la infanta Paz, quien mandó crear con él una placa votiva para Nuestra Señora de Altötting.
El causante del atentado fue el anarquista Mateo Morral, que fue detenido en Torrejón de Ardoz por un guardia jurado, al que dio muerte para, posteriormente, suicidarse sin tener que dar cuentas a la Justicia.
Estas son las “luces” y las “sombras” del inicio el reinado, que a lo largo del mismo habrán de surgir y, finalmente, las “sombras” condicionarán el final del mismo en el año 1931.
De este matrimonio de Alfonso y Victoria nacieron 6 hijos, cuatro varones y dos hembras y por este orden fueron Alfonso, Príncipe de Asturias y llamado por ello a suceder en el trono a su padre; Jaime; Gonzalo y Juan. Por su parte, las hijas fueron Margarita y Cristina. La suerte de esta descendencia real, fue diversa, y estuvo condicionada por la transmisión por parte de la reina Victoria del germen de la hemofilia, enfermedad de la sangre que hace muy difícil o imposible que la sangre de los afectados por la misma coagule. Solo se transmite a los varones, aunque no a todos, y la más pequeña herida puede dar lugar a la muerte del afectado.
Condicionados por esto, los hijos del rey corrieron distintos avatares en sus vidas:
- Alfonso (1907-1938): Príncipe de Asturias, heredero al trono, y afectado por hemofilia.
- Jaime (1908-1975): Infante de España y Duque de Segovia. Se le conocía por su sordera, consecuencia de una infección infantil.
- Beatriz (1909-2002): Infanta de España y Princesa de Civitella-Cesi.
- Cristina (1911-1996): Infanta de España.
- Juan (1913-1993): Conde de Barcelona, pretendiente al trono español y padre de Juan Carlos I.
- Gonzalo (1914-1934): Infante de España, también afectado por hemofilia.

Jaime, Beatriz, Cristina, Juan y Gonzalo.
Por lo anteriormente expuesto, la suerte de los hijos varones de Alfonso XIII fue diversa y no muy afortunada.
Así, el primogénito, Alfonso, reconocido como príncipe de Asturias y heredero de la Corona, estaba afectado de hemofilia, por lo que sus posibilidades de reinar eran inciertas. En1931, al tener que abandonar la familia real España, estaba enfermo. Unos años más tarde, emprendió una vida de viajes y de fiestas, que le llevaron a Estados Unidos, donde conoció a una mujer de origen cubano, llamada Edelmira Sampedro, con la que contrajo matrimonio fuera de las normas de la corona, con lo que, de hecho, se excluyó de la sucesión dinástica. Murió en un accidente de coche en 1938.
El segundo, Jaime, contrajo una sordera grave cuando contaba pocos meses de edad, de resultas de una meningitis. Su padre impulsó su renuncia a la sucesión por este motivo. No obstante, también contrajo matrimonio morganático con una dama noble de origen francés, llamada Emmanuela Dampierre, con la que tuvo dos hijos, llamados Alfonso y Jaime. Tras divorciarse de esta, unió su suerte a la divorciada alemana Charlotte Tiedelmans. La sordomudez de don Jaime, propició que se crease en Madrid uno de los primeros colegios para sordomudos que hubo en España. No obstante, su rehabilitación, por la que llegó a manejarse en español, francés, inglés y alemán, se debió a la acción de dos religiosas sor María y sor Avelina, especialistas en tratar a niños y niñas con este problema.
El tercero, Juan, finalmente cogió el testigo de la dinastía y de los derechos al trono español al fallecer su padre en 1941. Tuvo una dilatada existencia, que le permitió ver a su hijo Juan Carlos asumir el trono con el nombre de Juan Carlos I, a la muerte de Francisco Franco, que había ejercido el poder en España desde la derrota de la II República, tras la Guerra Civil de 1936 a 1939. Nunca asumió el trono como Juan III, por sus divergencias con el citado jefe de Estado.
Por último, Gonzalo, el hijo varón menor de Alfonso XIII, falleció también en su juventud, en otro accidente de automóvil, agravado por la hemofilia que padecía al igual que su hermano mayor.
En cuanto a las Infantas Beatriz y Cristina, sus vidas transcurrieron con normalidad, contrayendo matrimonio cada una de ellas con persona de la nobleza española, en el caso de Cristina, e italiana en el caso de Beatriz.
También en los primeros compases del reinado de Alfonso XIII, se produjo una confrontación bélica, como nunca antes se había producido, y que se conoce como la I Guerra Mundial. En ella se enfrentaron, por un lado, Alemania y el Imperio Austrohúngaro y por el otro los países cuya coalición encabezaron Francia y Gran Bretaña. Su inicio parte del año 1914, en que se produjo el asesinato en Sarajevo (Serbia) del que iba a ser próximo Emperador de Austria-Hungría, el Príncipe Francisco Fernando de Habsburgo, y de su esposa Sofía.

El crimen de estado, cometido por un estudiante serbio, trajo consigo la declaración de guerra del Imperio Austriaco a Serbia, y de ahí una conflagración que duraría 4 años, costaría la vida a millones de personas, y desangraría la vida y economía de muchos países, principalmente de Europa. En esta guerra se ensayarían armas nunca antes usadas, como el carro de combate (tanque), o los gases tóxicos, y se generaliza la lucha aérea y submarina. Cuatro años más tarde, se firma la paz, que tuvo como resultado la caída del Imperio Austrohúngaro y del II Reich alemán, y el nacimiento de nuevos países como Hungría o Yugoslavia.
España, gracias a la acción de su rey y de sus gobernantes, se mantuvo neutral en el conflicto, lo que hizo que nuestra economía creciese rápidamente, pues las fábricas de muchos productos europeos habían dejado de producir o se reconvirtieron en industrias de guerra, y su producción fue sustituida por las españolas. Lo mismo ocurrió con otros bienes de consumo, desaparecidos o escasos en los territorios afectados por la guerra.
En medio de esta crisis mundial, el Rey Alfonso XIII se encontraba con un gran dilema familiar: Por un lado, su familia materna y su propia madre la reina María Cristina, tenían sus afectos en el Imperio Austrohúngaro; por otra parte, su esposa la reina Victoria Eugenia era británica y su corazón se encontraba cercano al de Gran Bretaña y sus aliados. No obstante, ambas damas demostraron su cordura y las posibles desavenencias que hubiesen podido surgir en el seno de la familia real, quedaron soterradas por un bien superior, el interés de España.

Aparte de eso, el rey Alfonso tuvo una iniciativa que sería recordada por mucho tiempo en los países en conflicto y que ayudó a salvar vidas y a recuperar a muchos desaparecidos por la Guerra : En el propio Palacio Real y servida por un grupo de funcionaros, se creó una oficina, cuyo cometido era el de recoger informaciones sobre personas a través de Cruz Roja, y poner a familias en contacto con sus seres queridos participantes en la contienda; también el de solicitar la puesta en libertad de prisioneros de guerra y la condonación de penas de muerte. Esta actuación elevó al más alto nivel el concepto que de Alfonso XIII existía a nivel, no solo europeo, sino mundial.
Este podría calificarse como uno de los momentos cumbre del reinado, una de sus luces: pero en aquella misma década de 1910 a 1920, se iban a producir unos hechos que ensombrecerían en parte el brillo de momentos como los anteriormente descritos.
Nuevamente el Norte de África marcaría los acontecimientos que se iban a producir en España pues en el año 1906, en una conferencia internacional, la Conferencia de Algeciras, España, Alemania, Francia y el Reino Unido acordaron establecer un Protectorado en Marruecos. A España le correspondió la parte Norte y a Francia el Sur. Ya en el propio 1909 hubo una rebelión bereber en la parte española, concretamente en la zona del Rif, agreste y montañosa, poblada por tribus belicosas y poco amantes de la presencia extranjera.

Este hecho obligó al gobierno español, presidido entonces por Antonio Maura, a llevar a cabo una movilización de reservistas para apoyar las operaciones militares que se llevasen a cabo en contra de esta rebelión. Ello produjo fuertes protestas e incidentes, especialmente en Barcelona. Entre el 26 de julio y el 2 de agosto, se produjo una rebelión de carácter anarquista; se llegó a proclamar la república, se cortaron líneas ferroviarias y de comunicación; se asaltaron comercios e industrias y edificios religiosos. Fue la denominada “Semana Trágica”, que el gobierno de Maura se vio obligado a reprimir. Hubo 78 muertos y 500 heridos; 80 templos incendiados y entre los sublevados hubo 2.000 detenidos, 175 desterrados, 59 condenas a cadena perpetua y cinco condenas a muerte.
Estos hechos condicionaron no poco el devenir futuro del reinado, pero eso será ya objeto de relato posterior al presente.
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*Miembro de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales
Miembro de la Institución de Estudios Complutenses, CECEL-CSIC.
