Su principal aspiración era obtener una mayoría amplia para conformar un gobierno en solitario: “Tener las manos libres para poder desarrollar un proyecto de futuro”. Ha conseguido la victoria, pero por debajo de sus expectativas. Necesita llegar a un acuerdo para gobernar. El lema de la campaña era “Castilla y León: La fuerza que nos mueve”. Un enunciado que puede llegar a ser irónico, cuando el candidato ‘popular’ fue criticado tanto por sus oponentes como por la población por hacer campaña contra Pedro Sánchez y no a favor de Castilla y León, una actitud que se modificó en la recta final previa a las elecciones para adaptarse a las circunstancias, cuando asumió la tendencia ‘ayusista’.
Dice ser de talante y carácter “moderado”. Precisamente, su tono de voz permanece homogéneo y sosegado en el transcurso de sus apariciones y discusiones, algo que se refleja también en el comedido movimiento de sus manos, del que se sirve para incidir en una idea o contrariar otra. Todo ello sin olvidar su hierático rostro, pues difícilmente se mostrará con el ceño fruncido y otras expresiones desafortunadas. No obstante, lo que sí es característico es el cuidado de su imagen, ya sea su peinado o el permanente uso de traje y corbata.
Podría definirse como un “hombre de partido”. De hecho, así lo expresa con orgullo: “Soy del PP desde 1983”, tanto por “convicción” como por “vocación”. Una condición que difícilmente cambiará, pues viene desde la cuna: Alfonso Fernández Mañueco (Salamanca, 1965) es hijo de Marcelo Fernández, quien fue alcalde de su ciudad natal, un cargo que el candidato ‘popular’ heredó tiempo después, en 2011. En su currículum figura su licenciatura en Derecho y dos años de experiencia como pasante en un despacho de abogados familiar. Sin embargo, esta determinación quedó ensombrecida cuando desembarcó en la política. Con tan solo 31 años alcanzó la Presidencia de la Diputación de Salamanca, aunque también fue procurador en las Cortes y consejero muy cercano al expresidente Juan Vicente Herrera, hasta finalmente alcanzar lo más alto de la Junta. Bajo su liderazgo, tras 35 años, el PP perdió las elecciones autonómicas de 2019. Ayer recuperó la victoria, pero ya no es absoluta. Es un triunfo amargo que rompe sus esquemas y descarta un gobierno en solitario.
