Fue una jornada de alfombra roja para Miguel Sobrados Yagüe. Y como suele ocurrir en los grandes eventos, hasta el último momento se estuvo preparando todo. No podía fallar nada en una jornada especial.
El domingo, 22 de febrero, era el cumpleaños de Miguel Sobrados Yagüe, quien hasta el pasado mes de diciembre había ejercido de cura párroco de las parroquias de Martín Muñoz de las Posadas, Rapariegos, Montuenga y Codorniz, además de las Religiosas Clarisas.
Las personas encargadas de que la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción estuviera engalanada colocaron una alfombra roja, como en los mejores acontecimientos. Y éste era uno. Miguel ha estado 42 años con los vecinos de Martín Muñoz de las Posadas y de los pueblos cercanos. Y se lo merece todo. Por ello, el obispo de Segovia, César
Franco, acudió al homenaje, presidiendo la eucaristía, acompañado de otros cuatro sacerdotes, uno de los cuales era Miguel.
En esta ocasión, él era el protagonista, y a él se dirigió la mirada de todos los asistentes, cerca de cuatro centenares, llegados de diferentes lugares y por distintos motivos. Tampoco faltaron los familiares más próximos del sacerdote recién jubilado. A modo de curiosidad, estaban aquellos que él bautizó el primer año en Martín Muñoz de las Posadas. Y el primer matrimonio que celebró.
Representantes de diferentes cofradías y colectivos leyeron textos de agradecimiento, regados de anécdotas y momentos entrañables. Al final, intervino el alcalde de Martín Muñoz de las Posadas, José Antonio García Gil, en representación de los regidores de las localidades donde Miguel ejerció su magisterio. Además de agradecer al sacerdote la tarea realizada durante tantos años, invitó a todos los asistentes a acudir a la casa parroquial para presenciar el descubrimiento de la Plaza dedicada al cura párroco y la placa con el nombre de Miguel Sobrados Yagüe a uno de los parques de la villa. Acabado este sencillo acto, se repartió café acompañado de bollos, pastas y tortas de chicharrones.
Finalmente, el cura dirigió unas palabras de agradecimiento a todos los asistentes por los regalos y las muestras de cariño recibidas; comenzó diciendo, con el humor que le caracteriza:
— “Permitidme que me pellizque, quiero comprobar que ¡estoy vivo!, esta mañana, antes de salir de la Casa Sacerdotal, un amigo me dice:
—¿Te van ha dar un homenaje?, pero si eso solo se lo dan a las personas que están muertas.
— Y ahora noto que ¡estoy vivo! pero es cierto, ¡es un homenaje!, continuó diciendo el sacerdote.
Todos los asistentes a la jornada tuvieron la satisfacción de haber pasado una mañana entrañable, viendo las diferentes caras del que ha sido su párroco durante tantos años: la de emoción al iniciar su entrada a la iglesia y recorrer “la alfombra roja” de los grandes acontecimientos, de satisfacción de concelebrar la eucaristía junto al obispo de Segovia y junto a las personas que ha compartido tantos momentos, de alegría por los detalles recibidos y de ilusión por haberlo vivido…
¡Ah! Y a todos eso, el sol acompañó toda la jornada.