En 1931 un joven de 27 años de nombre Cándido se puso al frente del mesón del Azoguejo cambiando la historia de la hostelería en Segovia para siempre. Casi 100 años después, los descendientes del pionero gestionan un complejo empresarial que abarca la hostelería, la gastronomía, la hidroterapia y los eventos como las bodas y las celebraciones. Hablamos con Alberto López, quien toma la temperatura al sector y desvela cuales son las preferencias de los novios del siglo XXI para celebrar el día más señalado de sus vidas.
—¿Cómo va la hostelería en Segovia?
—Nosotros estamos trabajando mucho. Segovia últimamente está de moda, ya no solo los fines de semana. Cada vez tenemos más grupos de turismo internacional entre semana y mucho cliente asiático. Además, trabajamos mucho entre semana los eventos de empresa, las reuniones, los congresos, la formación… estamos muy contentos.
—¿Qué peso tiene en vuestro negocio el segmento de bodas y celebraciones?
—Si contamos todos los eventos familiares, cumpleaños, bodas de plata, bautizos, bodas, etcétera, estaremos en un 20% de la facturación.
—Las bodas son ahora menos banquete y más experiencia. ¿Cómo os habéis adaptado al cambio?
—No nos queda más remedio. Lo que tú haces es lo que la gente demanda, Ahora el público se que se casa son jóvenes entre 27 y 30 años, generaciones muy digitales que quieren buen sitio, buen menú, buen servicio, pero que miran mucho a la experiencia, a que todo se pueda colgar en redes, a que se pueda compartir todo rápido. Se buscan los espacios verdes, los lugares amplios y bonitos, y se piden bodas dinámicas, donde todo el mundo interactúe, donde se busca la conexión entre invitados que no se conocen para que se genere un ambiente de participación y construcción de una experiencia diferente.
—¿Tenéis servicio de planificación de bodas?
—Hacemos todo lo que necesiten los clientes. Trabajamos con ellos sobre la idea que tienen y les aportamos nuestra experiencia. Ponemos toda nuestra infraestructura y el conocimiento del ecosistema empresarial de la zona para que la experiencia sea la mejor posible.Pero también hay gente que tiene una idea muy determinada y que viene con un profesional contratado con el que trabajamos conjuntamente. Y hay novios muy jóvenes que les gusta mucho implicarse, hacer ellos mismos los regalos, la decoración… Al final lo que hacemos es acompañar a los novios y a las familias para que su celebración esté a la altura de sus ilusiones.

—¿Están creciendo las bodas que duran más de un día?
—Normalmente la boda tradicional empieza a mediodía y termina a las 2 o 3 de la mañana. Pero cada vez más se contratan bodas que empiezan el viernes con la preboda, algo informal para que los invitados se conozcan. Luego el sábado tienen la boda, que en nuestro caso los invitados tienen la comodidad de cambiarse o asearse sin tener que desplazarse ni coger el coche. Y el domingo ofrecemos una postboda, donde se puede dar una paella en la piscina, un aperitivo, una barbacoa en el jardín, hay gente que aprovecha para relajarse y recuperarse en el spa… en verano es muy divertido ver el domingo a media mañana a los invitados en bañador comentando la boda y tomándose un cóctel, por ejemplo.
—¿Qué son las tres o cuatro cosas que no pueden fallar en una boda?
—Hay tres cosas que son fundamentales. Primero, el trato que los novios reciben desde que entran por la puerta a pedir información. Sobre todo hay que ser flexibles. Ya no hay un patrón de boda como hace 30 años, cada pareja quiere una boda personalizada y hay que intentar no decir que no a nada, y se mueve Roma con Santiago para conseguirlo.
Después, hacer un cóctel largo, no solo con variedad de aperitivos, sino con muchos puntos donde el invitado pueda dirigirse, puestos de show cooking donde se elabore sushi al momento, o un rincón segoviano donde degustar judiones de La Granja o chorizo de Cantimpalos. Lo mismo con las bebidas. No solo debe haber camareros que salgan ofreciendo bebidas, hay que tener distintas barras donde se pongan mojitos, o bloody marys o un puesto de degustación de cervezas artesanales. Y también puntos distintos de música en directo o con dj. El cóctel es ahora muy importante, porque es donde socializa la gente y se crean las experiencias. Claro, después de todo esto, la tendencia es que el menú sea más corto, de dos platos o incluso uno solo.
—¿ Y después?
—Luego la fiesta. Ya no solo un dj pinchando y una barra. Ahora se piden distintos productos en las barras, camareros especializados en cócteles, espectáculos sonoros y de iluminación con dj especializados en músicas determinadas, también se contratan caricaturistas, tatuadores, pintacaras, actuaciones teatrales, juegos para los niños, photocool de todo tipo… la idea es que la gente no pare, que se diviertan desde que entran y que todos los invitados, desde los mayores a los niños, tengan posibilidades de divertirse y llevarse recuerdos bonitos.
—Todo esto dispara el presupuesto, ¿no?
—Para tener una gran boda, el precio medio está entre 150 y 200 euros por invitado. Esto cubre la organización, el cóctel, la comida, y la fiesta de después. Por este precio se puede montar una gran boda.
—¿Qué ofrece el Hotel Cándido que no ofrecen los demás?
—Nosotros abrimos hace pocos años la Finca de Los Jazmines, un espacio diseñado para que el visitante se sienta en plena naturaleza, con muchísima vegetación y amplitud de espacios, lo que te da la sensación de que estás en mitad del campo con las ventajas de tener un hotel de 4 estrellas en pleno corazón de una ciudad como Segovia. Y por otra parte que somos muy flexibles, construimos la experiencia que quieren los clientes, y todas las sugerencias que se nos proponen, en un porcentaje muy alto, las cumplimos.
