Al Qaeda quiso hacer ayer una demostración de su poder destructivo como respuesta a los últimos golpes que ha sufrido su cúpula en Iraq. Al menos 61 personas murieron y 118 resultaron heridas en varios atentados perpetrados en Bagdad y en la ciudad de Ramadi en la ola de violencia más grave desde que fueran abatidos el pasado domingo los dos cabecillas más buscados de la red terrorista de Osama bin Laden.
Se trata también de la cadena de ataques que más víctimas mortales ha causado en territorio mesopotámico en lo que va de año, ya que supera los 54 fallecidos y casi 200 heridos registrados al estallar varias bombas en la capital el pasado 6 de abril.
La violencia de ayer se ensañó con los chiitas y las bombas estallaron en horas de afluencia de los fieles musulmanes a los templos para cumplir con las oraciones del viernes.
En Sadr City, un barrio del este de Bagdad controlado por seguidores del clérigo radical Muqtada al Sadr, que vive en Irán, dos coches bomba causaron el mayor número de víctimas, 39 muertos y 56 lesionados, según informaron fuentes policiales.
En el distrito de Amin, en el noroeste de la ciudad, cerca del santuario chiita de Moshen al Hakim, hubo otros ocho perecidos y 23 heridos al estallar un vehículo y un artefacto explosivo.
También cerca de otra mezquita, en el barrio de Hurriya, murieron otras cinco personas y 14 resultaron heridas al hacer explosión otro coche. La violencia se extendió también al distrito capitalino de Zafaraniya, en el sureste de Bagdad, cerca de otro templo, donde otra bomba hirió a seis ciudadanos.
Otras siete personas sufrieron lesiones en un mercado popular del sector bagdadí de Rahmaniya al estallar un dispositivo explosivo.
La cadena de atentados había comenzado horas antes fuera de Bagdad, en la ciudad de Ramadi, donde varios artefactos mataron a nueve personas y causaron heridas a otras 12. En esa ciudad las bombas tenían como objetivo la vivienda de un juez y la casa de un agente policial.
Ningún grupo se ha atribuido hasta el momento la autoría de estos atentados, pero las sospechas apuntan a movimientos vinculados a Al Qaeda, que suelen atacar a la población chiita y a las instituciones del Estado.
Los medios de comunicación locales señalaron la hipótesis de que podría tratarse de una operación de venganza por la reciente muerte de varios dirigentes terroristas o una demostración de que Al Qaeda es capaz de recuperarse rápidamente a pesar de haber quedado descabezada en Iraq.
Abu Ayub al Masri, el líder militar de la red de Bin Laden en territorio mesopotámico, y Abu Omar al Bagdadi, que encabezaba la coalición Estado Islámico de Iraq, dominada por Al Qaeda y formada por varios grupos radicales, perecieron el pasado domingo en una operación militar conjunta de fuerzas locales y estadounidenses.
Este martes, fuentes oficiales anunciaron también el fallecimiento de otro dirigente de Al Qaeda, Ahmed al Abeidi, también conocido como Abu Soheb, responsable militar de las provincias de Nínive, Kirkuk y Salahedin. Ni la red criminal ni el Estado Islámico de Iraq se han referido a estas muertes.
Los atentados de ayer se producen mientras la nación está a la espera de que se instale el nuevo Parlamento surgido de las elecciones del pasado 7 de marzo, paso que está pendiente del recuento de los votos en la provincia de Bagdad, al existir dudas sobre los datos del primer escrutinio.
ESCÁNDALO. Por otro lado, las autoridades iraquíes han cerrado una cárcel secreta donde al parecer unos 400 prisioneros sunitas estaban detenidos sin haber sido sometidos a ningún juicio y también han arrestado a tres oficiales de la agrupación militar que la dirigía, según anunció ayer un responsable castrense.
La unidad que operaba este centro de detención informaba directamente a la oficina del primer ministro, Nuri al Maliki -chiita-, pero el Ejecutivo ha negado que exista ningún tipo de conexión ni conocimiento de la instalación en el círculo más íntimo del dirigente. «Los tres oficiales fueron detenidos para ser interrogados», aseguró un portavoz del Ministerio de Derechos Humanos, Kamil Ameen. «Lo que nos interesa es que la cárcel ha sido cerrada y ahora forma parte del pasado», añadió.
El cierre de esta prisión secreta llega en un momento muy sensible para Al Maliki, que lucha por mantenerse en el cargo después de las elecciones generales que perdió por unos escaños y en las que ningún partido ha conseguido la mayoría absoluta.
La cárcel, situada en el aeródromo de Muthanna, en Bagdad, albergaba a los presuntos insurgentes capturados durante una campaña militar realizada el año pasado en la provincia de Nínive.
