Después de que el presidente sirio, Bachar al Asad, culpase el pasado domingo a «las tropas extranjeras» de estar fomentando la guerra en el país, ayer dio un nuevo paso en su enfrentamiento con las potencias occidentales, al declarar persona non grata a los embajadores de siete países, entre ellos España, después de que los Gobiernos de esas naciones expulsaran la pasada semana a los representantes de Damasco en respuesta a la matanza de Hula. Además, también incluyó en su lista negra a otros 10 diplomáticos, entre ellos al número dos de la delegación patria, Jorge de Lucas, que deberá abandonar el territorio árabe en un plazo de 72 horas, quedando en ese Estado un único comisionado nacional.
Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Italia, Suiza y Turquía se suman al veto de Al Asad, cuyo Ejecutivo remarcó que «sigue creyendo en la importancia del diálogo basado en los principios de igualdad y respeto mutuo entre los Estados y que la diplomacia es una herramienta esencial para la comunicación para resolver los conflictos entre los países». Asimismo, el régimen destacó que espera «una vuelta a la normalidad de las relaciones».
Por otro lado, el Ejército y las tropas rebeldes volvieron a protagonizar un encarnizado combate en la provincia costera de Latakia, en una batalla en la que las fuerzas gubernamentales se sirvieron de helicópteros de guerra, carros blindados y vehículos acorazados y que se saldó con la muerte de ocho milicianos insurgentes, 15 soldados y un civil.
Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, la contienda fue «la más intensa que se ha producido en la zona desde que comenzó la revolución», en marzo del año pasado. Y es que, tal y como informó el organismo, los soldados leales a Al Asad bombardearon unas 60 localidades, por lo que, al cierre de esta edición, no se descartaba que el número de víctimas aumentase.
Pese a todo, el Gobierno dio un paso positivo, al acceder a que la ONU y varias ONGs amplíen sus operaciones en el país, donde, según datos de Naciones Unidas, al menos un millón de personas necesita ayuda humanitaria. De este modo, la institución internacional abrirá cuatro oficinas -en Deraa, Deir al Zor, Homs e Idlib- que facilitarán la libre circulación de material de alimentos y medicamentos por los puestos fronterizos.
Mientras, en Pekín, los dos principales defensores de Al Asad, el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo chino, Hu Jintao, -que han vetado todos los intentos occidentales o árabes de condenar o reclamar el fin del régimen de Al Asad- mantuvieron un encuentro tras el que instaron a la comunidad internacional a apoyar el plan de paz de Kofi Annan, a fin de «promover una solución política al problema».
Ambos países se oponen a «una intervención extranjera» o al «cambio forzado de régimen» en Siria, según detalló el dirigente asiático, que aseguró que ambas potencias están jugando «un papel positivo» en esta crisis.
Así, los mandatarios abogaron porque «las diferentes partes» en el conflicto «inicien consultas» para poner fin a esta situación, que desde marzo del año pasado, cuando empezaron las movilizaciones pacíficas antigubernamentales que deribaron en la actual contienda, se ha cobrado la vida de al menos 10.000 personas.
Asimismo, desde el Gobierno de Moscú admitieron que no se contempla la dimisión de Al Asad, por lo que no se negociará con otros países la posible salida del dirigente, ya que, según estimaron, cualquier paso en este sentido «debe ser resuelto por los propios sirios».
