Parece que la nueva estrategia preparada por Rusia y ratificada por Estados Unidos para destruir los arsenales químicos de Siria está ofreciendo más tiempo al régimen de Bachar Al Asad y evitando, por el momento, un ataque militar occidental sobre el terreno. En este contexto, el presidente de Siria se comprometió ayer a entregar y destruir las armas químicas en manos de su Gobierno, pero advirtió de que será una operación «muy complicada técnicamente» que podría llevar al menos un año y podría costar unos 1.000 millones de dólares.
«La semana pasada nos unimos a la Convención sobre Armas de Destrucción Masiva, lo que implica no fabricarlas, no almacenarlas, no usarlas y deshacerse de ellas, es decir, destruirlas», afirmó en una entrevista concedida a la cadena estadounidense Fox.
Al Asad negó que la decisión de ratificar este tratado internacional sea una «táctica dilatoria». «Cuando te unes a un mecanismo de este tipo tienes que cumplirlo y, de acuerdo con nuestra Historia, nunca hemos acordado algo y no lo hemos cumplido. Nunca», argumentó.
En concreto, se refirió a la posibilidad de que, en caso de incumplir el acuerdo, el Consejo de Seguridad habilite las sanciones contempladas en la Carta de la ONU, que incluyen el uso de la fuerza, limitándose a señalar que «es una decisión política de los grandes países».
Si bien, advirtió de que, a pesar de la disposición de su Gobierno a destruir dicho armamento, no será un proceso rápido, como se ha dicho, sino que se trata de «una operación muy complicada técnicamente» que necesitará un año y mucho dinero, unos 1.000 millones de dólares».
Por su parte, el presidente ruso, Vladimir Putin, reconoció que no puede estar seguro al cien por cien de que el plan para la destrucción del arsenal pueda llevarse a cabo con éxito, pero aseguró que ve signos para la esperanza, y añadió que sigue creyendo que el ataque fue orquestado por los rebeldes que luchan para derrocar al presidente Al Asad.
Por otro lado, insistió en que su Gobierno no es el responsable del ataque perpetrado el pasado 21 de agosto con gas sarín sobre los suburbios del este de Damasco. «Objetivamente, no es posible. Primero: no puedes usar gas sarín junto a tus tropas. Segundo: no usas esas armas cuando están avanzando. Tercero: si no las usamos el años pasado, cuando teníamos más problemas, por qué íbamos a hacerlo ahora que la situación nos es favorable», esgrimió.
Desde el punto de vista aliado, el secretario general de la OTAN, Anders F. Rasmussen, defendió la necesidad de mantener la opción militar «sobre la mesa» y reclamó que se respete el calendario pactado para proceder a la destrucción del arsenal.
Rasmussen insistió en que, en su opinión, «la amenaza creíble de usar la fuerza facilitó» los esfuerzos diplomáticos que al final permitieron llegar al acuerdo entre EEUU y Rusia.
