Leí hace unas semanas que el CD Base había empezado a entrenar al aire libre en las pistas de baloncesto del colegio Maristas, al no poder usar el pabellón cubierto para controlar la Coivd-19.
Nos daba igual que el balón estuviera mojado…
Recuerdo cuando yo entrenaba a baloncesto en el patio del colegio Claret, en aquellas canastas con tablero de madera sin la altura reglamentaria. Al aire libre y habitualmente con frío, lluvia o nieve. Nos daba igual que el balón estuviera mojado y las manos se nos pusieran con un tacto áspero. Lo importante es que podíamos jugar. Recuerdo también cuando mis compañeros de clase entrenaban a fútbol en campos de tierra, prolíficos en hoyos y charcos; o cuando si tenías la suerte de entrenar en pabellón, el suelo era de losa o el parqué estaba en unas condiciones que podías volver a casa con una astilla clavada en el muslo, como le pasó a mi hermano al hacer una plancha en voleibol.
Ahora las cosas han mejorado, como debe ser. Y se entrena en pabellones con el suelo en condiciones y canastas con tableros de metacrilato. Y al fútbol en campos de hierba artificial y con la iluminación correcta.
Sin embargo, está bien que los chicos del CD Base, ahora que llega el fresquito de verdad, se vean obligados a entrenar al aire libre, en canchas que no son las mejores. Esto les hará valorar lo que tienen.
Si vuelvo a entrenar a algún equipo (…), me llevaré a los jugadores a entrenar al aire libre o en campos de tierra
Hasta la adversidad más contundente, como la pandemia, aporta beneficios. No quiero decir que esta crisis sea una cosa maravillosa caída del cielo, pero sí que provoca situaciones realmente favorables, si se aprovechan. Si vuelvo a entrenar a algún equipo cuando pase esta pandemia, al menos un día a la semana me llevaré a los jugadores a entrenar al aire libre o en campos de tierra. Sin duda.
