A lo largo del pasado año 2018 y parte del año 2019, el Instituto de Cultura Tradicional Segoviana Manuel González Herrero me dio la oportunidad de escribir sobre parte de la cultura de la ciudad de Segovia: su comida. El trabajo “Ajos, vírgenes y ofrendas” identificó y caracterizó las relaciones existentes entre la alimentación y las fiestas religiosas en la ciudad de Segovia, concretamente de las celebraciones dirigidas a San Frutos y a la Virgen de la Fuencisla, patrones de la ciudad y en cuyos festejos intervienen singularidades en la función y el lugar que ocupan los alimentos. Concretamente se abordaron prácticas como las “ofrendas de frutos” a la Virgen de la Fuencisla, las “Sopas del Santo” realizadas en octubre con motivo del día de San Frutos, y algunas otras prácticas vinculadas a los alimentos y relacionadas con estas festividades religiosas (“chocolatadas”, elaboración de dulces, entre otros). El estudio buscó establecer vínculos entre la comida y sus aspectos socioculturales. Todo esto observado desde el punto de vista de la antropología de la alimentación; disciplina dedicada al estudio de las prácticas y representaciones alimentarias de los grupos sociales desde una perspectiva comparativa y holística.
La alimentación constituye una ventana a través de la cual es posible observar, conocer y comprender la articulación de un entramado cultural amplio y diverso (Gracia, 2010). El estudio de las prácticas alimentarias a través de sus aspectos materiales, sociales y de proyección simbólica, constituye un medio para analizar diversas áreas de la realidad social. Aspectos como la ofrenda sagrada de alimentos, las comidas “populares” o las preferencias que recaen sobre ciertas comidas y personas, han estado en la base de numerosos estudios de antropología. La comida ha sido estudiada como medio para manifestar agradecimiento, compromiso, deuda o cariño (Gracia, 2010). “Ajos, vírgenes y ofrendas” reflexionó acerca de la no existencia de una cultura alimentaria estática, pues ésta no es inmutable y constituye una construcción social con sus cambios y discontinuidades (García, García, 1998), donde los guisos cambian, porque cambian las personas, sus prácticas y contextos.
El viaje de este trabajo se sostuvo en la organización teórica de las nociones de religión, alimentación y fiesta, cuyas fronteras son casi invisibles, pues se comunican y beben unas de otras. Esta esta tríada social tiene una historia muy antigua y no está claro dónde inicia y dónde termina cada una de estas; la religión abraza al rito y gracias a éste se produce la fiesta. Lo que no está bien claro es el lugar que la alimentación ocupa, pues su localización se torna dinámica y oscilante. El protagonismo de los alimentos puede formar parte del propio rito religioso como sucede en el caso de la ofrenda a la Virgen de la Fuencisla; donde la gente ofrece alimentos a la Patrona para pedir o agradecer, o bien, estos alimentos pueden pertenecer al momento de la propia fiesta; como es el caso de “las sopas del santo” o los “dulces de San Frutos pajarero” que se consumen en la fiesta del mismo.
Las fiestas religiosas han sido una de las manifestaciones culturales más importantes a lo largo de la Historia; se ha escrito mucho sobre ellas. Sin embargo, a pesar de su carácter religioso, la teología no ha sido capaz de explicarlas de forma satisfactoria, y ha sido la antropología la que las ha explicado con mayor acierto y profundidad (Domene, 2017). Es por ello que este aspecto no deja de ser crucial al observar por qué o cómo los grupos sociales eligen emplear la comida o los alimentos para ofrecer a la Virgen, o cómo celebran al santo alrededor de un plato de sopa. Las creencias envuelven un sistema de clasificación que demarca y fija lo sagrado y lo profano, convirtiendo -aparentemente- estos dos campos en opuestos. Sin embargo, a pesar de este contraste, las formas varían en las religiones (Durkheim, 2014). Por ejemplo, la “Ofrenda de frutos” entregada a la Virgen de la Fuencisla presenta reminiscencias y resonancias con prácticas denominadas ‘profanas’ de protección a la tierra (Durkheim, 2014). Es importante recordar que la Iglesia cristianizó las fiestas paganas, haciendo coincidir las fechas de las fiestas cristianas con las de las principales fiestas prerromanas (Domene, 2017). Mediante clasificaciones y categorías, construimos las normas que rigen nuestra relación con la comida e, incluso, nuestras relaciones con las demás personas. Así, las ofrendas de frutos son rituales, como las “sopas del santo” para San Frutos son un alimento festivo.
En la alimentación prevalece también una percepción ‘mágica’, más o menos consciente, del consumo alimentario: la comida es percibida como un intermediario real, y no sólo metafórico o simbólico, que permite “incorporar” las cualidades y los valores que es capaz de transmitir. Así sucede cuando se entrega la ofrenda a la virgen, o cuando cogemos el perejil silvestre en las Hoces del Duratón; amuleto que nos protege y dota de buena suerte por haber crecido cerca de la ermita de San Frutos. En función de sus atributos, algunos alimentos disponen de una carga simbólica más fuerte que otros. Como refiere Contreras (2007), “el período durante el cual se recoge la cosecha y el período en que se consume contribuyen al desarrollo de su imagen y simbolismo”, afirmación que veremos por ejemplo en los antecedentes de la ofrenda de frutos a la Virgen de la Fuencisla, donde eran los hortelanos con sus recientes cosechas quienes llevaban a la Virgen productos del huerto y así agradecer por las mismas.
La comida es un elemento importante que sirve a los grupos sociales para tomar conciencia de su diferencia y de su etnicidad -entendida como el sentimiento de formar parte de una entidad cultural distinta-, de manera que compartirla puede significar el reconocimiento y la aceptación o incorporación de estas diferencias (Contreras y Gracia, 2005). Las comidas en común como compartir las sopas del santo, la chocolatada de la novena en su día o las calderetas preparadas y consumidas en comunidad, crean una especie de lazo de parentesco artificial entre los que participan, se trata de momentos que refuerzan los lazos y las redes sociales, sin ignorar por supuesto las tensiones que aquí pueden desplegarse (Durkheim, 2014).
La fiesta desde la perspectiva de Velasco (1982) es un contexto donde diversos aspectos confluyen; la interacción social, actividades, rituales, y una transmisión de mensajes. Asimismo, en la fiesta, los miembros de una comunidad desempeñan roles peculiares que no se ejercen en ningún otro momento de la vida comunitaria. Las fiestas de los patrones San Frutos y la Virgen de la Fuencisla establecen una ruptura en la sucesión de los trabajos de la comunidad, y a esta ruptura de “tiempos” le corresponde una diferenciación de actitudes en los miembros de esta. Las fiestas patronales o fiestas mayores son generalmente únicas y la comunidad “se despide” de ellos hasta el próximo año (Velasco, 1982). Con las ofrendas de frutos a la Virgen y comiendo una sopa caliente de ajo a media noche, se materializa parte de estos festejos. Las fiestas patronales y la mayoría de las fiestas religiosas pertenecen a lo que actualmente se denomina religiosidad popular, que es la manera como la población vive y practica la religión. El culto a la Virgen o a los santos, en calidad de patronas o patronos de las ciudades, es posible gracias al arraigo que tenían en la población y a la devoción con la que se veneraban ya desde épocas muy remotas.
Además de ahondar sobre la ofrenda a la Virgen de la Fuencisla y las sopas de ajo de la fiesta de San Frutos pajarero, en el trabajo se abordó un apartado denominado ‘Otros santos y cucharas’, donde se recorrió brevemente el tema de ‘la caldereta’; preparación con un recorrido histórico significativo en diversos lugares de España y donde se recogieron dos experiencias puntuales: la caldereta preparada en el barrio de San Lorenzo y la realizada con motivo de la fiesta de la Virgen del Rosario en Prádena. Esta última revisión, abrió una puerta hacia la continuidad del estudio, pues muchas otras prácticas alimentarias en Segovia como la ‘judiada de la Granja’, las ‘migas castellanas’, ‘los garbanzos de Valseca’, ‘las gachas’, ‘las matanzas’ o las ‘tajadas’, entre muchas otras, son de significativa importancia para la comunidad y constituyen espacios relevantes de sociabilidad. Se trata de una larga lista, cuyo estudio sistematizado puede dar cabida a nuevos espacios de conocimiento y restitución cultural.
Este trabajo pretendió tejer los aspectos históricos de las fiestas de los patrones religiosos de Segovia, enlazándolos con el punto de vista de los actores sociales; específicamente los vinculados a las prácticas relacionadas con los alimentos. De este modo, se buscó construir un puente teórico y reflexivo entre dos campos que representan nichos de fortaleza, identidades y culturas en Segovia; sus prácticas alimentarias y sus celebraciones religiosas. La comida no es un simple sustento (Douglas, 1984), “comer” es algo más que nutrir nuestro organismo. La idea de que la comida es necesaria no sólo para sobrevivir, sino para construirnos y perpetuarnos como hombres y mujeres; comunicándonos y viviendo en sociedad, está cada vez más presente (Ortiz, 1998). Si la comida es un lenguaje, a través de ella podemos aprender de cómo la gente se ve a sí misma y al mundo. Casi en cualquier relación que los seres humanos establecemos entre sí, y con nuestro entorno natural, aparece la comida (Ortiz, 1998) y es precisamente en el terreno religioso donde más carga simbólica obtiene (Douglas, 1984).
La conexión entre la alimentación y la antropología ha originado la escritura y desarrollo de este trabajo, el cual materializa el interés en cómo y desde dónde puede ser abordado el saber sobre la cultura en relación con las prácticas alimentarias. Este trabajo, como un buen plato, no ha estado separado del placer que me ha brindado su escritura y el agradecimiento que tengo a todas las personas que con su voz y generosidad me han brindado una mirada más amplia del comer, del rezar y el celebrar.
Referencias
GRACIA Arnaiz, Mabel (2010). “Alimentación y cultura en España. Una aproximación desde la antropología social”. Physis Revista de Saúde Coletiva, Rio de Janeiro, 2010.
GARCÍA GARCÍA, J.L (1998) “De la cultura como patrimonio al patrimonio cultural” Política y Sociedad, 27, 9-20.
DOMENE Verdú, José Fernando (2017) “La función social e ideológica de las fiestas religiosas: identidad local, control social e instrumento de dominación”. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, vol. LXXII, n.o 1, pp. 171-197, enero-junio 2017.
DURKHEIM, Émile. (2014). Las formas elementales de la vida religiosa. Alianza editorial. 3ª edición. Holdings
CONTRERAS, Jesús (2007). “Alimentación y religión”. Revista Humanitas. Humanidades médicas. Tema del mes on-line. Número 16, junio 2007. Págs. 1-2.
ORTIZ García, Carmen (1998). “Comida e identidad: cocina nacional y cocinas regionales en España” en Alimentación y cultura: actas del congreso internacional, 1998. Museo Nacional de Antropología. Págs. 301-324.
VELASCO Maillo, Honorio M. (1982). Tiempos de fiesta. Ensayos antropológicos sobre las fiestas en España. Colección Alatar. Págs. 7-25.
GONZÁLEZ SÁNCHEZ, S.B (2008). Virgen de la Fuencisla en el corazón de Segovia. El Adelantado de Segovia.
