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El Adelantado de Segovia

“Ahora la meditación se conoce pero cuando yo empecé, hace treinta años, era algo muy minoritario”

por Mercedes Temboury
22 de junio de 2024
en Segovia
Concepción Curiel, abogada.

Concepción Curiel, abogada.

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Tras una exitosa carrera profesional en el ámbito de la abogacía, con un máster en derecho comunitario en Brujas, años de ejercicio en el despacho Garrigues y la dirección de la asesoría jurídica en una multinacional discográfica, abandonó hace 30 años esta senda y emprendió un nuevo camino centrado en la espiritualidad y la meditación.
Díganos:
— ¿Cómo surgió su cambio de rumbo?
—Creo que para mí fue determinante un viaje que hice a la India en septiembre de 1990 en el que entré en contacto con las enseñanzas del místico Osho y pasé unas semanas en su comunidad. Ese viaje despertó en mi una sed de trascendencia, que en los años siguientes fue creciendo hasta el punto de convertirse en lo más importante de mi vida y a lo que quería dedicar toda mi energía y todo mi tiempo. Todo eso pasaba en simultáneo con el desarrollo de mi carrera profesional en el mundo de la abogacía en el que me iba bien y que también me resultaba apasionante. Estuve varios años conjugando esos dos mundos. Sin embargo la necesidad de tener tiempo para dedicarme de lleno a la búsqueda espiritual se iba haciendo cada vez más presente. A la vez, la idea de dejar la abogacía suponía un salto al vacío que por varias razones, entre ellas el tema económico, me asustaba.
Al cabo de un tiempo un día lo vi claro, me sentí lista para afrontar cualquier consecuencia negativa que pudiera derivarse de la decisión de dejar la profesión que me proporcionaba una identidad, un medio de vida y a la que había dedicado todos mis esfuerzos. Con esa claridad presenté mi dimisión. El 1 de enero de 1998 fue el inicio de una nueva vida. No tenía ningún plan concreto. Estuve ociosa en Madrid unos meses. Una cosa me fue llevando a otra. En los años siguientes tuve largas estancias en India y viajé por el mundo para conocer y recibir en directo las enseñanzas de los más grandes sabios del Advaita contemporáneo, una corriente filosófica también conocida como No-Dualidad que tiene sus raíces en los textos védicos. Dentro de este linaje, además de Ramesh Balsekar, de quien fui discípula hasta su muerte en 2009, también tuve el honor de sentarme y escuchar a Papaji, Jean Klein, Barry Long, Isaac Saphiro, John de Reuter. Wayne Liquorman, sucesor de Ramesh Balsekar, ocupa un lugar especialísimo en mi vida ya que desde la muerte de Ramesh es mi Maestro.
Durante esos años y los posteriores, ya establecida de vuelta en Madrid, también me dediqué de manera más académica al estudio de la mente. Buscaba a los profesores y especialistas que me interesaban e iba a estudiar con ellos. En la Universidad de Valencia hice un postgrado de Hipnosis Ericksoniana, masters en PNL, master en modelado conductual con John Mc Wrighter, cursos de terapia breve con Giorgio Nardone, varias formaciones en Constelaciones Familiares. Se me llena la boca al decir que no hay nada comparable a la suerte y la dicha de tener buenos maestros y profesores.
En 2004 fundé en Madrid El Observatorio, un espacio de meditación pionero, convertido ahora en Centro de Quietud, donde nos dedicamos al cultivo de la quietud interior a través de la práctica de dos técnicas meditativas: la meditación Vipassana y The Work (El Trabajo) de Byron Katie. Estos últimos veinte años están siendo para mí una dedicación constante a la indagación interior y a la práctica meditativa.

— ¿Qué escuela de pensamiento fue determinante en su trayectoria?
—Diría que la Vedanta Advaita, también conocida como No- Dualidad, ha sido la corriente de pensamiento subyacente en mi trayectoria. A este linaje pertenecen mis dos grandes Maestros -Ramesh Balsekar y Wayne Liquorman-.
Sin embargo, para mí es importante resaltar que yo no he recibido de ellos una “enseñanza” al uso, en la que haya aprendido “algo”. En modo alguno se ha tratado- y en el caso de Wayne todavía se trata porque está vivo- de una formación intelectual o filosófica en la que yo haya adquirido unos conocimientos o nuevos conceptos. La indagación espiritual no va por ahí. Si tuviera que señalar por dónde va se trataría más de cuestionar, investigar y ver directamente por nosotros mismos. En eso ha consistido la invitación y propuesta de mis Maestros.
A mi juicio, un buen Maestro espiritual es aquel que no describe paraíso alguno al que llegar, ni da consejos, ni promete nada. Es aquel que no deja un cabo suelto donde poder agarrarse. Con un buen Maestro no se adquieren nuevos conceptos espirituales, mas bien, con suerte, uno se deshace de los que tiene.
Yo he tenido la grandísima fortuna y el honor de haber tenido y todavía hoy tener hoy a grandísimos Maestros. Siento un profundísimo agradecimiento.

— Su aproximación a la espiritualidad buscó fuentes ajenas a la tradición local y se nutrió de la religiosidad hindú ¿Por qué?
—En mi aproximación a la espiritualidad mi experiencia no fue alejarme y buscar fuera de la tradición local. Yo no estaba buscando nada.
El mundo católico en el que había crecido no me atraía en absoluto, no resonaba con mi vida, tenía la sensación de que me encorsetaba. La religión y la espiritualidad no me interesaba, mi interés estaba en otras cosas.
El mundo del místico Osho irrumpió en mi vida sin buscarlo. Sus enseñanzas y las experiencias que tuve en su comunidad en Poona (India), dieron un vuelco a mi vida y me cambiaron para siempre, despertando en mi alma una profunda religiosidad que siempre había estado ahí y que desde entonces guía mis pasos.
Fue en el mundo de Osho donde conocí y empecé a practicar la meditación. El mundo de Osho me abrió a una vida más consciente, más libre, más auténtica, más celebrativa.
La muerte de Osho trajo una dispersión de sus discípulos y muchas noticias sobre sabios y maestros que enseñaban en diferentes partes del mundo. Fue entonces cuando me llegó información sobre la corriente Advaita y sobre un maestro que vivía en Bombay que había sido presidente del Banco de la India durante muchos años. Ese maestro era Ramesh Balsekar. La resonancia fue inmediata. Andaba el año 1993. Encontrar a Ramesh fue el segundo punto de inflexión de mi vida, el que me hizo abandonar mi carrera y dedicarme de lleno a la búsqueda espiritual. Su testimonio y su enseñanza apuntaban a la posibilidad de una vida vivida desde un paradigma diferente. Una vida incluyente de todo lo que sucede, sin pecado, sin culpa, sin miedo.
En estos últimos años a medida que he ido profundizando en mi camino he visto con claridad que la vía de la devoción a la que pertenece la tradición católica occidental y la vía del conocimiento, de la que forma parte el Advaita, difieren en sus prácticas y su base conceptual, pero la esencia es la misma. Difiere el lenguaje.

— ¿Cree que existe una herida espiritual en Occidente que Oriente puede colmar?
—Realmente no lo sé. Tengo entendido que en las últimas décadas se está produciendo un potente resurgir de la Iglesia católica que acoge el anhelo espiritual de un número creciente de gente, en especial de los jóvenes.

— ¿Cómo decidió compartir con otras personas sus descubrimientos?
—Por pura pasión. Lo que estaba aprendiendo me parecía tan maravilloso, me estaba ayudando tanto, que había un impulso natural en mi de compartirlo y que otras personas pudieran conocer y disfrutar de todo eso.
Hoy, casi treinta años más tarde, esa pasión y esas ganas de compartir siguen latiendo en mi con enorme fuerza.

— ¿En qué se distingue de la oración?
—Para mi rezar es alzar mi alma a Dios, ya sea en alabanza de su gloria, en petición o ruego o en agradecimiento. De alguna manera rezar implica una relación entre Dios y yo. Cuando rezo, hablo con Dios, me dirijo a El. Ese hablar con Dios puede ser vocal o mental. Para mí la oración es una manera de acercarme a Dios.
La meditación es una práctica que cada cual hace consigo mismo. No hay un “otro”. Con independencia de la técnica que se practique, la meditación, a través de la atención, nos lleva a habitar el momento presente.

— ¿En qué medida cree que su actividad actual contribuye a sanar a personas con dificultades o con aspiraciones espirituales?

—A través de diferentes actividades yo me pongo a disposición. Luego cada cual aprende lo que aprende y sana lo que tiene que sanar. A veces hay más gente, a veces menos. Si vienen muchos o pocos, si aprenden o no, no es asunto mío (aunque me alegra muchísimo ver a la gente con más claridad y paz). Lo mío es ponerme a disposición.
Dicho eso, creo que mi actividad resulta útil y beneficiosa, al menos es lo que me vienen diciendo desde hace ya muchos años. El Observatorio, el espacio de meditación que fundé donde se realizan la mayor parte de las actividades, ha cumplido este pasado mes de enero 20 años. Eso quizás es también un indicio válido.

— El Observatorio, el centro en que enseña la meditación se llama Centro de Quietud ¿A qué hace referencia?
—El Observatorio es un Centro de Quietud en el que nos dedicamos al cultivo de la quietud interior.
Por “quietud interior” entendemos no el estado sensorial placentero de relajación y tranquilidad con el que habitualmente se confunde y tampoco un estado de vacío mental sin pensamientos. Llamamos “quietud interior” a la capacidad de la mente de permanecer completamente quieta y sin moverse, en vez de reaccionar de manera automática y sin control ante lo que sentimos en las diferentes situaciones de la vida.
Esta capacidad de la mente de quedarse quieta y no reaccionar impide que se cree ese dolor extra al que llamamos “sufrimiento” y posibilita que podamos vivir en paz con lo que nos trae la vida en cada momento, sea lo que sea.
El cultivo de la Quietud Interior se desarrolla en El Observatorio través del aprendizaje y práctica de dos técnicas meditativas: la meditación Vipassana y El Trabajo (The Work) de Byron Katie.
Ambas técnicas son independientes pero muy complementarias porque están específicamente diseñadas para intervenir en momento distintos del proceso mental que crea el sufrimiento.

— ¿Encontró Vd. a lo largo de su carrera resistencias familiares, de amigos u otras? ¿Temores, recelos, desconfianza?
—El cambio radical de rumbo que supuso dejar la abogacía preocupó mucho a mi familia y gente de mi entorno. Algunos pensaron incluso que había entrado en una secta y me habían lavado el cerebro. Como excepción, hubo dos personas que sí me apoyaron: mi hermana y mi pareja, con quien todavía sigo.
Ahora la meditación se conoce y tiene además tiene muy buena prensa pero cuando yo empecé hace treinta años era algo muy minoritario que en mi entorno suscitaba recelo y desconfianza.

— ¿Forma parte la meditación de las llamadas filosofías New Age y disciplinas de autoayuda?
—La meditación es una práctica milenaria. Hay muchas escuelas y multitud de técnicas diferentes, algunas con más tradición y hondura que otras. La corriente New Age ha dado visibilidad a la meditación. Buen ejemplo de ello son los programas de Mindfulness que están teniendo un enorme éxito en todo el mundo. Sin embargo, a pesar de que la meditación pueda ser un fenómeno de moda yo no dudo de la honestidad y del anhelo de todos los que se acercan a ella. Y eso es realmente lo que cuenta.
La mayoría de nosotros nos acercamos a la meditación con la esperanza de sentirnos mejor, de alcanzar paz interior. A veces incluso queremos sanar dolencias de carácter físico, psíquico o emocional. Desde ese punto de vista, la meditación puede ser considerada una eficaz disciplina terapéutica, de crecimiento personal y autoayuda.
Sin embargo, sin perjuicio de lo anterior que es muy válido, la genuina meditación no tiene nada que ver con eso. Es un camino de indagación y de contemplación en el que la práctica no es un medio para conseguir algo sino una finalidad en si misma. Es un camino ajeno a la razón; que por caminos insospechados nos transforma hondamente y nos libera del sufrimiento.

—¿Qué aspectos concretos no le convencían de la tradición religiosa occidental?

—Fundamentalmente no me resonaba el concepto de culpa. La culpa surge de la convicción de que “yo no obré como hubiera debido”, de que “yo habría tenido o yo habría podido obrar de manera diferente”. En ello está implícita la idea de que “yo” tengo el control.
Mi camino consiste precisamente en indagar por mí misma si todo eso es verdad.

— ¿En qué cambió la meditación su vida y su aproximación a la realidad?
—Desde hace muchos años la meditación está completamente integrada en mi vida y hace que yo sea como soy. En general yo no me doy cuenta del efecto que la meditación tiene en mí. El cambio ha sido progresivo. A veces, en situaciones concretas, me surge ver que en el pasado yo era o funcionaba de otra manera.
El cambio fundamental está siendo que mi mente se ha ido abriendo y hay una mayor natural aceptación de mi misma, de los demás y de las cosas tal cual se van presentando. Lo cual en absoluto quiere decir que todo me parezca bien o que las cosas me den igual o no me importen. Lo que quiere decir es que hay mucha más paz con las cosas tal y como son, aunque no me gusten, las rechace o me causen dolor. Todo incluido.

— ¿Qué recomendación daría a las personas que quieren conocer qué es la meditación?
—Mi primera sugerencia sería que hicieran un Curso de Iniciación en el que empiecen desde cero y puedan aprender los fundamentos básicos.
La segunda recomendación, importantísimo, que programen su práctica y la incluyan en su agenda de la semana. Esto les ayudará a sentarse y crear un hábito de practicar con la regularidad que es esencial para que la meditación pueda dar su fruto.
Por último, para el caso en que no cumplan el programa o no logren sentarse, recomendaría que no se desanimen. Es absolutamente normal encontrar resistencia. Hay que intentarlo y volver intentarlo una y otra vez, con motivación o sin ella, hasta que salga. Merece cien por cien la pena.
En relación a la paz interior dice un antiguo proverbio zen:
“Si la buscas, no la encontrarás. Pero aún así, debes buscarla con todas tus fuerzas”.

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