No me considero un tipo endogámico, pero para ciertas cosas me parece mucho más acertado mirar hacia dentro que hacia fuera. Será por eso que creo mucho más en los clubes que buscan en su casa los recursos más adecuados para competir, que los que los buscan fuera.
En la era de la globalización, el mejor ejemplo lo aportó el Barça de Guardiola, cuando ganó la Champions con siete canteranos. En esta lógica, soy mucho más de Laso, Sáinz y Ferrándiz, que de Maljkovic o Mesina. Y, naturalmente, mucho más de Luis Aragonés y, sobre todo, del Cholo Simeone, que de Menotti, Sacchi o, incluso, Radomir Antic.
Por eso también, para la Gimnástica Segoviana fui mucho más de Paco Maroto que de cualquier otro entrenador. Y ahora, me ha encantado -dentro de lo encantado que puede estar uno ante el traumático cese de un entrenador a estas alturas de la temporada; y no de cualquier entrenador, precisamente- la decisión de la directiva de poner el equipo en manos de Ramsés.
Un entrenador de la casa aporta, por supuesto, conocimiento interno y del entorno; está perfectamente adaptado a la filosofía del club; se identifica con su misión y sus valores, y todo ello lleva a un nivel de implicación que, difícilmente, puede alcanzar un entrenador de fuera, por mucho que se lo proponga.
Todo eso, ahora, lo tiene de modo natural la Gimnástica Segoviana en Ramsés y es el momento de aprovecharlo para relanzar al equipo. De todos modos, e independientemente de que la cosa acabe o no en los resultados que todos esperamos, la apuesta debe ser contemplada a largo plazo. Y más sin barba hípster.
