Un misterioso hongo que está afectando a los cultivos de opio en los campos del sur de Afganistán, el mayor productor del mundo, reducirá la producción del año entre el 30 y el 80 por ciento, según estimaciones oficiales.
Los cultivos de amapola (de la que se extraen el opio y la heroína) afganos se han visto atacados este año por una enfermedad aún desconocida que, según sospechan muchos campesinos, puede haberse producido por la fumigación con productos químicos por parte de las tropas extranjeras.
El portavoz del Ministerio Antidroga, Zalmai Afzali, afirmó recientemente que desde el Departamento carecían de información que corrobore las sospechas de los campesinos.
Afzali explicó que se han recopilado muestras de los campos afectados que están siendo sometidas a análisis, para determinar si se trata de un ataque «químico».
Con 123.000 hectáreas dedicadas a este cultivo en 2009, la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (Onudd) anunció el pasado mes de febrero que se esperaba una reducción este año, tanto de la superficie cultivada como de la producción de opio, a causa de las malas condiciones climatológicas durante la época de crecimiento de la cosecha.
Afganistán casi monopoliza las exportaciones de opio, la materia prima de la mayor parte de la heroína que se consume en el mundo, y sus ingresos sirven para financiar hasta el 15 por ciento de las actividades de la insurgencia talibán, según la Onudd.
Hasta ahora, el Gobierno de Kabul se ha resistido a permitir la fumigación de los cultivos, pues son el sustento de sus campesinos, y en cambio ha aplicado campañas de erradicación «manual» e intentado fomentar cultivos alternativos.
El Ejecutivo, recordó Afzali, se ha resistido a cualquier tipo de fumigación aérea por parte de las fuerzas extranjeras -una idea en la que ha insistido Estados Unidos- y «actuará decididamente si descubre que los campos han sido fumigados».
«No sé lo que les ha pasado a mis campos, les ha atacado algún tipo de enfermedad, han muerto casi todas las amapolas», indicó el campesino Gul Agha, desde el distrito de Spin Boldak, en la provincia sureña de Kandahar.
Gul Agha no ha sido testigo directo de ningún tipo de fumigación aérea, pero cree que sus tierras han sido atacadas químicamente, porque, según asegura, recuerda haber visto varios helicópteros extranjeros sobrevolándolos a baja altura en el momento en el que comenzaba el cultivo.
El misterioso hongo ha afectado a los arados de las dos provincias de mayor actividad insurgente, Kandahar y Helmand, en el sur del país.
La Onudd ha constatado el fuerte vínculo entre cultivo de opio e insurgencia: se siembra opio en el 80 por ciento de los pueblos donde las condiciones de seguridad son malas, frente al siete por ciento de las localidades consideradas seguras. Helmand es la provincia con mayor producción, una de las más extensas del país, con clima más propicio y mayor presencia de los talibanes.
Las autoridades afganas, sin embargo, rehúsan una solución como la fumigación porque puede afectar también a cultivos «legítimos», además de dejar sin sustento a campesinos que carecen de alternativas.
En su lugar, el Gobierno del país ha optado hasta ahora por la destrucción de los cultivos in situ, una actividad hecha desde tierra por cuadrillas que golpean la flor con palos y destruyen su corola, y que encontró fuerte resistencia de los campesinos.
En 2007, el Gobierno consiguió con esta práctica destruir 27.000 hectáreas de amapola. Ese año se registró un pico de producción, con 193.000 hectáreas cultivadas, que se redujeron a 157.000 en 2008 y a 123.000 el año pasado.
más soldados. Si las sospechas de los campesinos apuntan a las tropas extranjeras como causantes de esta plaga, los afganos tienen a un buen número de candidatos a los que culpar, ya que actualmente, el número de efectivos estadounidenses desplegados en el país ha superado por primera vez al de enviados a Iraq desde la caída del dictador Sadam Husein en 2003.
El pasado fin de semana, la cifra de militares norteamericanos en suelo afgano llegó a 94.000, frente a los 92.000 en territorio iraquí. EEUU aspira a que este último número se reduzca hasta 50.000 a finales de agosto y a culminar la retirada a lo largo de 2011.
Entretanto, este verano llegará a haber en Afganistán 100.000 soldados. El presidente norteamericano, Barack Obama, ordenó en diciembre de 2009 enviar al país centroasiático a unos 30.000 militares.
Por su parte, las fuerzas aliadas contribuyen con otros 47.000 efectivos en este conflicto, que está a punto de cumplir nueve años.
