La expresión castellana «no cabe ni un alma» suele emplearse para dar a entender la masiva presencia de público en un acto o convocatoria; pero en la mañana de ayer dejó a un lado esta acepción porque los centenares de personas que ayer llenaban la iglesia de San José Obrero y las que quedaron fuera por no poder entrar dejaron sito al alma de un barrio que ayer quiso mostrar de forma unánime su dolor y emoción en el funeral por su párroco, Ignacio García de Santos, fallecido el pasado jueves tras un fatal accidente en la avenida del Padre Claret.
Casi una hora antes del inicio de las exequias fúnebres, los vecinos llenaban los bancos del templo parroquial, y en sus rostros podía leerse el pesar, la incredulidad y la emoción que la pérdida de su párroco ha supuesto para el popular barrio segoviano. A las 10,30 horas, el furgón que traía los restos mortales del sacerdote llegaba a la puerta de la iglesia, donde el obispo de Segovia, Ángel Rubio Castro le recibió leyendo un breve responso acompañado por el Vicario General, Andrés de la Calle y del Vicario de Pastoral, Raúl Anaya.
En el presbiterio y en los primeros bancos de la iglesia, cerca de un centenar de sacerdotes de la diócesis concelebraron junto al obispo el funeral, marcado por el silencio interrumpido únicamente por los emotivos cánticos religiosos del coro parroquial apoyados por Alfonso María Frechel al órgano.
En su homilía, monseñor Rubio aseguró que García de Santos vivió «una vida sacerdotal fecunda» en los 28 años que ejerció su ministerio, y le definió como «un evangelizador incansable, de trato alegre y esperanzado como apóstol y catequista de la nueva evangelización».
Quiso también destacar «el misterio de la muerte, a veces con signos de absurdo» que en ocasiones resulta de difícil explicación, pero manifestó que este misterio «sólo se justifica en el sufrimiento de Cristo, que es descanso para los que llegan ante él y camino, verdad y vida para los que estamos en marcha».
Tuvo también palabras de ánimo para la comunidad parroquial y para la familia del sacerdote, especialmente dedicadas a su padre, al que aseguró que «amaba profundamente y con el que cumplía a la perfección el cuarto mandamiento.
Antes de finalizar la eucaristía, una integrante del coro parroquial, en nombre de la parroquia dedicó unas emocionadas palabras de despedida al sacerdote fallecido, en las que aseguró que durante su estancia en la parroquia «nos has cambiado por dentro y por fuera, y nos dejas mucho con lo que aprender, porque tu ejemplo fue la mejor catequesis».
El féretro con los restos mortales salió del templo en medio de una espontánea y prolongada ovación de toda la iglesia, con la que quedaba patente el afecto de todo el barrio hacia el que fue «el cura de todos», tal y como comentaba una emocionada vecina al concluir la ceremonia religiosa.
El cortejo fúnebre se trasladó hasta Aldeonsancho, en la que el cuerpo del sacerdote recibió cristiana sepultura en el cementerio de su pueblo natal a primera hora de la tarde de ayer.