Si los planes de un pastor cristiano de Florida de quemar ejemplares del Corán pueden ser utilizados por Al Qaeda para reclutar adeptos, como advirtió ayer el presidente de EEUU, Barack Obama, las presuntas prácticas criminales de varios soldados norteamericanos en Afganistán podrían proporcionar un ejército de seguidores a la red que lidera Osama bin Laden.
Según se ha hecho público, al menos 12 militares estadounidenses serán juzgados por formar parte de un equipo asesino que supuestamente disparó contra civiles afganos escogidos al azar y guardó sus dedos como trofeos.
Cinco de los uniformados están acusados de matar por deporte a tres personas a lo largo de este año. Otros siete serán procesados por encubrir los asesinatos y por agredir a un recluta que denunció estos y otros abusos, entre ellos que miembros de su unidad fumaban hachís robado a los civiles.
Estos actos habrían sido realizados por miembros de una brigada de infantería del Ejército con base en la provincia de Kandahar, en el sur de Afganistán.
De acuerdo con los investigadores, los asesinatos de civiles comenzaron tras la llegada a la base de operaciones Ramrod del sargento de personal Calvin Gibbs, el pasado noviembre. Varios soldados relataron que Gibbs alardeó de lo que había hecho mientras servía en Iraq y que comentó lo fácil que sería «lanzar una granada contra alguien y matarlo».
Según las pesquisas, Gibbs, de 25 años, tramó un plan con otro soldado, Jeremy Morlock, de 22 años, y con otros miembros de la unidad para formar un equipo asesino. Mientras patrullaban durante los meses siguientes, presuntamente mataron al menos a tres civiles afganos. De acuerdo con el pliego de acusaciones, el primer objetivo fue Gul Mudin, asesinado «mediante el lanzamiento de una granada contra él y los disparos con un rifle», cuando la patrulla entró en la aldea de La Mohamed Kalay el pasado mes de enero.
Morlock y otro soldado, Andrew Holmes, estaban de guardia en el límite de un campo de opio cuando Mudin salió y se detuvo al otro lado de la valla en la que se apostaban los militares. Presuntamente, Gibbs entregó a Morlock una granada, éste la armó y la tiró por encima de la cerca. Holmes, de 19 años, habría comenzado entonces a disparar.
La segunda víctima, Marach Agha, fue tiroteada el mes siguiente. Al parecer, Gibb le disparó y colocó un rifle de asalto Kalashnikov cerca del cuerpo para justificar su muerte. En mayo, Mulá Adadhdad fue asesinado después de ser atacado con una granada.
La revista Army Times informa de que al menos uno de los soldados cogió los dedos de las víctimas como recuerdo y que algunos de los uniformados posaron para hacerse fotografías con los cadáveres.
Todos los soldados han negado las acusaciones, y se enfrentan a la pena de muerte o a la cadena perpetua si son condenados.
Morlock ha admitido su implicación en los asesinatos y ha dado detalles del papel de otros, incluido Gibbs, pero su abogado intenta suprimir su confesión alegando que fue interrogado cuando estaba bajo la influencia de fármacos prescritos para sus heridas de guerra.
