La vitrocerámica está muy presente en el diseño de las cocinas modernas. Las diferentes publicaciones que se ocupan de decoración, suelen presentar imágenes de modelos de cocinas en los que la vitrocerámica nunca falta.
En su popularidad mucho tiene que ver su estética elegante, que ofrece una apariencia de sofisticación que le da un toque especial cualquier estilo de cocina. Se integra perfectamente a los diseños clásicos y también a los vanguardistas.
Su diseño plano y sin quemadores visibles proporciona sensación de orden y amplitud. Es un toque minimalista que armoniza en cualquier contexto.
El doble desafío de la limpieza de la vitrocerámica
La cocina es un sector del hogar en el que la limpieza es esencial, no solo por una razón de prolijidad y pulcritud, sino para garantizar un ambiente saludable y seguro.
Al ser un espacio donde se manipulan alimentos, es imprescindible mantener altos estándares de higiene. Las bacterias proliferan en cualquier superficie, tanto de herramientas y aparatos como en los utensilios y también en el mobiliario.
Por lo tanto, cada utensilio, equipo y mueble debe ser limpiado con especial atención y cuidado. Las encimeras, el fregadero y las cocinas son zonas de uso frecuente que requieren limpieza inmediata y profunda luego de cada preparación.
La vitrocerámica es una parte muy visible en este contexto en el que debe asegurarse una higiene que elimine riesgos y que permita un aspecto reluciente a cada elemento.
La vitrocerámica requiere una estrategia de limpieza doble. No es suficiente con eliminar los restos de alimentos y las salpicaduras. Es necesario que después de limpiarla, la superficie quede reluciente, como recién estrenada. Mantener la vitrocerámica en perfecto estado es fundamental para prolongar su vida útil y conservar su brillo.
La superficie de cristal templado requiere de un cuidado adecuado para evitar rayones y pequeñas grietas en las que luego se acumule suciedad. La uniformidad del cristal facilita la distribución del calor en la cocción. Y la higiene desempeña un papel muy importante en la preservación de la superficie.
La experiencia de mucha gente indica que no se trata de comprar productos caros para tener una higiene perfecta de la vitrocerámica. Con un pequeño truco inspirado en la higiene personal se logran efectos inmejorables.
La pasta de dientes, la misma con la que las personas cepillan su dentadura, es un limpiador perfecto para la vitrocerámica. No hay por qué dudarlo: deja los dientes relucientes y libres de bacterias y causa el mismo efecto en el cristal.
El paso a paso de la limpieza de la vitrocerámica con pasta de dientes
El primer paso para dejar impecable la vitrocerámica es eliminar la grasa y la suciedad más pegajosa. No se deben utilizar esponjas metálicas ni productos abrasivos que rayen la superficie. Se emplearán paños limpios y un buen jabón desengrasante. Existen productos de limpieza sugeridos para los distintos tipos de vitrocerámica.
En caso de manchas persistentes, unas gotas de vinagre blanco mezcladas con bicarbonato pueden ser una solución eficaz que despegue la grasa del cristal.
El toque final es la limpieza con la pasta de dientes. Una vez que se ha eliminado la suciedad más dura, es necesario devolver a la vitrocerámica el brillo del primer día. Cuando ya está desengrasada, se debe aplicar una pequeña cantidad de pasta de dientes sobre la placa. Con un paño limpio se la extenderá por toda la superficie.
Se deja actuar unos minutos y luego se retira con un trapo limpio y húmedo. El paso final es secar bien la placa. La vitrocerámica quedará limpia, desinfectada y tan reluciente como el día del estreno.
