Existen miles de libros y actualmente cientos de posts y de recomendaciones en las redes, sobre cómo educar a los niños o sobre cómo hacer que lleguen a la adultez de manera menos improvisada y caótica que nosotros. A menudo son informaciones y recomendaciones que se contradicen, o que no producen los resultados esperados, porque cada niño o niña es un caso particular. Se ha comprobado que las instrucciones que funcionan en uno pueden ser inútiles y contraproducentes en otros.
Sin embargo, existen algunas prácticas y recomendaciones que sí funcionan, y es mucho el bien que pueden hacer si las utilizamos del modo como se recomienda hacerlo. Este sería el caso de la Regla de las 3 C que, como muchas sugerencias para niños, también pueden ser sumamente efectivas para los adultos.
Las tres C para formar niños felices
Esta regla apunta a tres patrones de conductas que debemos mantener para educar a los niños, de manera tal que se conviertan en seres humanos con capacidad para desarrollarse plenamente. Estamos hablando de las tres C: Coherencia, Constancia y Consecuencia.
Son principios y conductas que se deben aplicar en casa y en la vida diaria, y que implican además una participación activa de los padres, por lo que aplicar esta regla implica también una transformación que puede y debe afectar a todo el núcleo familiar.
La coherencia
Es un principio sencillo: “practica lo que afirmas”, o “haz lo que dices a otros que hagan”. Todos recordamos que de niños nos decían que mentir era malo y, sin embargo, con frecuencia los adultos nos pedían que mintiéramos por ellos (la más común comenzaba con “diles que no estoy”).
Otra frase que se puede asociar con este concepto es que los niños aprenden de lo que nos ven hacer, no de lo que nos oyen decir. Si queremos que sean limpios, ordenados, honestos y sinceros, tenemos que seguir también esos patrones de conducta.
La constancia
Es simple, y está directamente relacionado con la C anterior, la coherencia: hay que practicar lo que decimos y hay que hacerlo siempre, con el menor número de excepciones posibles. Se trata de ser disciplinados y constantes hasta que sea parte natural de la conducta del niño, y de nosotros.
Si les pedimos que mantengan su habitación ordenada y limpia, o que solo jueguen videojuegos durante una hora en días de semana y solo después de hacer los deberes, no podemos estar haciendo excepciones continuamente, o limpiando y ordenando el cuarto por ellos. Los buenos hábitos solo se pueden inculcar si se insiste en ellos de forma constante.
La consecuencia
También es un principio bastante sencillo y que a todos nos deberían enseñar desde muy jóvenes: que todo acto genera consecuencias, aunque al principio no las veamos; que una conducta negativa produce rechazo y respuestas adversas, y que las conductas positivas generan, por lo general, respuestas positivas. Si cometemos un error debemos corregirlo, y es posible que incluya alguna sanción.
Es importante recordar que se puede enseñar a los niños esta lección sin necesidad de gritos o castigos desproporcionados: si el niño juega videojuegos fuera del horario asignado, se le puede retirar el móvil por unas cuantas horas, y si rompe algo debe acostumbrarse a recoger o limpiar. Pero también debemos premiarlo y felicitarlo cuando obtenga buenas notas, o quiera ayudarnos en alguna actividad sin habérselo pedido. Los buenos actos también tienen consecuencias.
Si un niño aprende estos tres principios, ser coherente, ser constante y saber que todo acto genera consecuencias, es muy probable que alcance los objetivos que se proponga en esta vida, y nunca es tarde para que los padres apliquen esta regla también, y vean los cambios positivos que se producen en sus vidas.
