Cuando llegan las vacaciones, muchos españoles sueñan con viajar a lugares exóticos, en el Caribe o en el Pacífico, o con paisajes sorprendentes como los de las grandes cordilleras del mundo o los grandes desiertos, mientras otros millones de ciudadanos de todo el mundo sueñan con España.
Y es natural que así sea, vivimos en un país rico en historia y cultura, con una gastronomía para chuparse los dedos, playas y paisajes costeros de indudable belleza y con una gran cantidad de lugares por descubrir y disfrutar, incluso para los mismos españoles.
La salina activa más antigua del mundo
En el País Vasco existe un lugar que podría ser el escenario de una película de ciencia ficción, en otro planeta, o en el nuestro después de una gran catástrofe. Sin embargo es todo lo contrario, un sitio que los humanos han explotado y transformado desde hace miles de años, aprovechando un fenómeno geológico singular, conocido como diapiro.
Se trata del Valle Salado de Añana, un lugar en la provincia de Álava, a 30 km de Vitoria-Gasteiz, donde funciona todavía una salina que se comenzó a explotar hace 7.000 años, lo que la convierte en la salina activa más antigua del mundo.
La salina se alimenta con cuatro manantiales de agua salada procedentes de un mar fósil de hace 200 millones de años, que son resultado de un tipo de intrusión denominado diapiro salino. Es un fenómeno que también se presenta en otros lugares de España, como Cabezón de la Sal, en Cantabria, Peralta en Navarra y Pinoso en Alicante.
La cantidad de sal en estos manantiales es bastante alta, cerca de 250 gramos por litro, que contrastan con los 36 gramos por litro del océano Atlántico, pero tampoco llegan a los 350 gramos por litro del mar Muerto. La salina funciona como lo ha hecho durante siglos: el agua de los manantiales es dirigida a través de una red de zanjas y canales reforzados con madera, hacia plataformas o estanques de poca profundidad, para obtener la sal por evaporación.
Los cuatro manantiales que alimentan la salina se llaman Santa Engracia, La Hontana, El Pico y Fuentearriba y tienen un caudal permanente de dos litros por segundo.
Algo más que una salina
La salina se explota desde tiempos prehistóricos, aunque el sistema de producción era distinto al actual; para obtener la sal el agua se evaporaba utilizando fuego y leña, forzando la evaporación. El sistema cambió con la llegada de los romanos, que establecieron la red de zanjas, posteriormente reemplazada con estructuras de madera.
Esta zona estuvo a punto de ser abandonada durante la segunda mitad del siglo XX, pero poco antes de concluir el siglo se llevaron adelante varias iniciativas, que involucraron a los herederos y a otras instituciones del País Vasco. Con ello se consiguió revivir la producción artesanal y dar un nuevo aliento a esta actividad, a través de la producción de diferentes tipos de sal natural y de sal líquida.
Esta iniciativa ha hecho que el Valle Salado de Añana haya sido objeto de varios reconocimientos, como el Premio Unión Europea de Patrimonio Cultural – Premio Europa Nostra, en 2015. Además, ser incluido por la FAO en la lista de Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial, en 2017, y en la European Route of Industrial Heritage en 2019.
Las Salinas de Añana actualmente son algo más que un centro de producción de sal: en el valle se reciben estudiantes y turistas y se llevan a cabo visitas guiadas con la que se puede conocer mejor este paisaje tan especial, creado por una combinación de fuerzas geológicas y humanas. También se organizan talleres y catas, recorridos por los manantiales y otras actividades.