La necesidad de comprender cómo se ha transformado la vida en la Tierra a lo largo de millones de años sigue moviendo a los investigadores en la arqueología. Se trata de un interés que parece no tener fin. En esas búsquedas eternas de vestigios y explicaciones de qué pasó antes, el planeta parece ser una fuente inagotable de vida. Cada descubrimiento de una nueva especie animal o vegetal genera la inquietud de cómo surgió, de qué era antes y de conocer su sistema vital.
En esa tarea los paleontólogos no solo miran el pasado, sino que reconstruyen los caminos que han permitido el surgimiento de la diversidad que hoy habita el planeta.
Reconstruyen el Mirasaura, un pequeño reptil de Grauvogel
En esa búsqueda constante del origen, los paleontólogos transitan el camino inverso del que marcó la evolución. Profundizando en la historia, un grupo de investigadores del Museo de Historia Natural de Suttgart reconstruyeron a nivel teórico al Mirasaura grauvogeli, un reptil hasta ahora desconocido. En la revista científica Nature los expertos en paleontología Spiekman y Schoch describieron a este reptil que vivió en el territorio de la Francia actual hace 247 millones de años. En esa región se produjo el descubrimiento.
El nombre que le asignaron, Mirasaura grauvogeli, significa “el reptil maravilloso de Grauvogel”, nombre que homenajeó al Louis Grauvogel quien descubrió los primeros fósiles en 1939. Dicen los científicos que era un reptil pequeño. Los ejemplares jóvenes medían unos 15 cm. Se lo reconoce como pariente lejano de aves y dinosaurios, pues comparte rasgos con ambos.
Se cree que vivía en bosques, y que tenía extremidades prensiles y cola posiblemente prensil también. Era un animal adaptado para trepar a los árboles. Su hocico estrecho hace pensar que se alimentaba de insectos. No tenía dientes.
¿Qué repercusiones tuvo el descubrimiento del Mirasaura en el conocimiento de la evolución?
El conocimiento del Mirasaura revolucionó algunos conceptos que se daban por válidos y absolutos en las características de las especies. Uno de ellos es que las estructuras de piel complejas que evolucionaron en las plumas, no son exclusivas de aves y dinosaurios alados. El nuevo y más antiguo reptil ya tenía esas condiciones cutáneas. Plantea un nuevo desafío a los paleontólogos acerca de varias condiciones de la evolución de los reptiles.
Una cresta que sacude certezas paleontológicas
La cresta del Mirsaura grauvogeli sacude los cimientos de la paleontología evolutiva. No es de plumas, ni escamas, ni espinas. Es una estructura diferente pero que tiene aspecto y funcionalidades similares. En sí misma, es un punto muy interesante en la investigación.
Está compuesta por apéndices superpuestos que dibujan un perfil con apariencia aerodinámica. Estos apéndices se distribuyen sobre la espalda en forma de abanico. Se erigen verticalmente, como si fueran plumas rígidas. La composición también llama la atención. Está compuesta de queratina, como el pelo y las plumas, pero no tiene las ramificaciones propias de las plumas. Los pigmentos parecen ser similares a los que tienen las plumas actuales. Esto sugiere que la cresta del reptil tenía colores visibles.
¿Por qué el Mirasaura cambia la historia evolutiva que se venía relatando?
La cercanía evolutiva entre dinosaurios y aves se había manifestado cuando en 1990 se descubrió en China que existieron dinosaurios con plumas. Antes, se creía que solo las aves tenían plumas y los dinosaurios escamas. El Mirasaura mostró que la dermis con plumas fue anterior a los dinosaurios. Asimismo, sugiere que las estructuras complejas ya existían hace más de 247 millones de años, y que los pelos y las plumas no eran exclusivos de mamíferos y aves.
Este descubrimiento obliga a reconsiderar la evolución de la piel en los vertebrados. A partir del “reptil maravilloso” la paleontología profundiza el concepto de evolución convergente. La historia se reescribe y la naturaleza parece caprichosa en sus revelaciones.




