La variabilidad climática y el aumento de fenómenos extremos se han instalado en España. Las sequías prolongadas, las olas de calor, los cambios en los ritmos de precipitaciones afectan a productos agrarios tradicionales. Cultivos que tradicionalmente eran fuertes sufren pérdidas importantes en su rendimiento. Esto pasa con los olivares, los cereales y la vida, por ejemplo. En particular, la sequía es uno de los factores que complica más la producción. La disponibilidad de agua para riego se limita y las plantas no se desarrollan adecuadamente.
Los cambios determinan que regiones que antes eran líderes en determinados productos pierdan competitividad. En este nuevo escenario, los productores deben salir de esa zona de confort en la que se repetían rutinas, para adecuarse a la nueva situación. Si a estos factores internos se suma un contexto internacional competitivo, el problema se agrava. Esta es la situación del vino, que durante décadas ha sido un emblema reconocido mundialmente en la producción agraria española.
España desciende en el ranking en la producción de vino en la UE
España viene perdiendo protagonismo en el sector vitivinícola de la Unión Europea. En varias regiones la producción se ha reducido significativamente por el clima. Se ha afectado tanto la calidad como la cantidad de las cosechas. Se estima que este año 2025 España registrará una reducción de un 15% en su producción de vino.
A los factores climáticos, que han afectado especialmente a España, Alemania y Portugal, se suma la creciente competencia de otros países del bloque europeo. Italia y Francia, por ejemplo, han apostado al vino y han logrado incrementar sus volúmenes de producción. El Comité de Organizaciones Agrarias y Cooperativas Comunitarias pone a Italia y a Francia en el primero y segundo puestos respectivamente.
España ha descendido en el ranking de producción, pasando a ocupar el tercer lugar. Aunque se intuye una leve mejoría en este año, el rendimiento sigue estando un 7,5% del registrado en el último quinquenio. Esto muestra que el sector sigue en crisis, y es preocupante porque no se ve el camino de salida de esta situación.
¿Cuál es el impacto en España de la reducción de producción vitivinícola?
La reducción de la producción de vino tiene un impacto profundo tanto en la economía como en lo social y cultural. El impacto se refleja, en primer lugar, en las cifras de la exportación. España ha sido tradicionalmente un fuerte exportador de vinos. Las bodegas tienen mayores costes de producción y menores ingresos, por lo que muchas exportaciones, especialmente de los pequeños establecimientos, están en riesgo.
A su vez, el ámbito social-laboral también se perjudica. El sector vitivinícola ha sido un motor de empleo en zonas rurales. Este debilitamiento es una amenaza los puestos de trabajo. Además, el descenso en la producción cambia la proyección internacional de España como referente cultural de vinos, que hasta hace un tiempo eran símbolo de tradición y prestigio.
¿Hay salida para la situación de este producto?
Se hace necesario un replanteo de estrategias de producción que la adapte a las nuevas situaciones climáticas. Muchos productores se inclinan por variedades de uva más resistentes y por técnicas de cultivo innovadoras. Es primordial abordar el tema de la gestión eficiente del agua. Es imprescindible el desarrollo de investigación que permita lograr prácticas sostenibles en el escenario actual. El fortalecimiento de la cooperación entre los productores y las instituciones, se ve como un potenciador de un modelo vitivinícola que permita enfrentar los retos de este cambio climático sin perder su esencia.
Adaptarse no es permanecer estático sin cambiar nada y esperando que el clima vuelva a lo de antes. Se requiere una actitud proactiva que permita mantener viva la tradición cultural del vino que forma parte del patrimonio cultural de España.