En el mundo hay playas famosas por su belleza y por los servicios que en ellas se ofrecen. Son destinos turísticos que tienen tanto renombre que vienen a la mente de quienes piensan en pasar unos días de descanso en el mar y al sol. Aparecen en folletos, documentales y mucho se habla de estas playas en las redes sociales. Una de estas regiones muy valoradas por las costas y la diversidad de los paisajes es el Caribe. Y, si hablamos de España, relucen con el dorado de sus arenas las Islas Canarias.
Aunque distantes entre sí y con historias diferentes, ambas zonas comparten rasgos que las han convertido en destinos privilegiados para el turismo de sol, paisajes naturales, arenas y mar. Son lugares donde la naturaleza, el clima y la mezcla de culturas crean un entorno muy atractivo para turistas y lugareños. Pero hay un lugar en Galicia que ha cambiado la idea que la gente tiene de esta parte de España. Hasta ahora ha tenido poca difusión, pero, en cuanto el mundo lo conozca se volverá uno de los más deseados.
Las Dunas de Corrubedo y su mágico encanto
En un espacio privilegiado por la naturaleza, situado en el oeste de Galicia, donde el viento, la arena y el agua crean un paisaje que parece de otro planeta, se encuentra el Parque Natural de las Dunas de Corrubedo. No es una playa típica. Tampoco un desierto. Suscita una mezcla de veneración y de admiración por lo indomable del paisaje. El visitante siente que está en una frontera en la que la calma del humedal se resigna ante la voracidad del Atlántico que golpea avasallante.
En un juego caprichoso con los colores de la realeza, la costa conjuga el azul profundo del Atlántico con el dorado de las arenas, que parecen un recorte del Sahara. Las Dunas de Corrubera son las protagonistas terrestres de este espectáculo. La gran duna móvil de más de un kilómetro de longitud, reina en el territorio. Se eleva como una ola de oro gigante que parece detenida, desafiando al mar, pero que el viento mueve con paciencia.
Ascender a la duna de unos 20 metros de altura es trasponer el mundo conocido para formar parte de una realidad tan original como sorprendente. En ese rincón de arena y mar, lo humano es tan pequeño que se vuelve insignificante. Allí no hay otro ruido que el del mar y el del viento, y se respira naturaleza y sal. En verano, la duna vibra y se cubre de texturas y de reflejos que le regala el sol. Y en invierno, se envuelve en nieblas y permanece adormecida, esperando resurgir.
¿Qué encuentra el visitante en el Parque Nacional?
La duna y el mar se llevan toda la atención, pero a su alrededor hay mucho por descubrir. Hay playas abiertas, como la de Ladeira o de Villar. También aparecen otras dunas menores, fértiles en las que crece vegetación. En sus reservas naturales de agua dulce, poblados de peces y juncos, las aves encuentran lugar de descanso.
Todo el parque invita a vivir una experiencia que trasciende la del sol y el mar de la playa conocida. Es descubrir un ecosistema que es uno y múltiple, tan rico y generoso que está en permanente cambio. Se vive como una obra de arte dinámica en la que el visitante se integra con tanta entrega que pasa a ser parte del todo.
Es un lugar que atrapa a quienes disfrutan de la meditación, en un entorno en el que la fuerza natural invita a reconciliarse con la propia esencia. La visita a las Dunas de Corrubedo es detener los apuros de la vida y valorar la belleza y el equilibrio natural, aplacando las vanidades de lo humano.
