No hay certeza sobre cuáles fueron las primeras especies que desaparecieron por las actividades de caza y pesca de los seres humanos, aunque somos sospechosos de haber participado en la extinción de mastodontes, mamuts y otros grandes mamíferos. Además, hay evidencias más concretas sobre la eliminación definitiva de aves como el dodo.
Desde la segunda mitad del siglo XX una parte de la humanidad, no toda, emprendió una lucha para salvar un buen número de especies de la extinción definitiva, que incluye desde grandes felinos hasta ballenas. Pero en algunos casos, cuando la especie sigue siendo explotada para consumo humano, parece una lucha destinada al fracaso.
Un pescado lujoso que más pronto que tarde se convertirá en el último bocado
Lo que vemos podría ser el destino de varias especies de ballenas que siguen siendo cazadas por las flotas de varios países, donde su carne se sigue consumiendo. También de varias especies de peces comerciales que han sido objeto de sobreexplotación, como la anguila europea (Anguilla anguilla)
La anguila está en la lista de especies en peligro de extinción desde hace más de 20 años, lo que no ha impedido que se siga explotando y comercializando a precios de lujo. Igualmente a que paradójicamente sea su propia escasez la que contribuya a que sea un producto costoso, y muy demandado. Algo de esta espiral que parece conducir a la extinción definitiva de la anguila se ve reflejado en un estudio coordinado por la Estación Biológica de Doñana del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (EBD – CSIC), cuyos resultados fueron publicados en la revista Conversation Letters.
En este estudio, se demostró cómo el deseo humano de seguir consumiendo esta especie, a pesar de las advertencias y señales de que cada vez hay menos ejemplares, se ha convertido en otro factor que puede favorecer su desaparición definitiva, al tiempo que lo convierte en un producto lujoso. Gran parte de la pesca global se basa en el extractivismo, es decir, en la captura de especies silvestres que a medida que se ven presionadas por una explotación indiscriminada disminuyen en número.
Esta sobreexplotación hace que los pescadores deban moverse cada vez más lejos para capturar suficientes ejemplares, hasta llegar a un punto en que el coste de producción supera los beneficios obtenidos de la pesca. Pero este no ha sido el caso con la anguila europea: su número cada vez más escaso ha hecho incrementar el precio del producto, lo que a su vez estimula la inversión para seguir pescándola.
De este modo, en vez de dejar de pescar la anguila, decisión que permitiría que a largo plazo la especie se recupere, la presión aumenta, porque se trata de un producto cuyo consumo se ve como un símbolo de estatus. Una “maldición” que también tiene al borde de la extinción otras especies en el mundo, como señala Miguel Clavero, investigador del EBD – CSIC, y uno de los autores principales de la investigación: “Estos procesos se han descrito en diversos organismos, como rinocerontes, pangolines o tiburones”.
De comida para peces a comida de lujo para humanos
Irónicamente, las angulas, que son las anguilas europeas en estado larval, se han usado durante mucho tiempo como alimento para los peces que se crían en espacios de acuicultura. Aunque en algunas regiones de España, como el País Vasco, también eran parte de la dieta popular, y muy económicas, hasta que se produjo una caída en su número de casi un 95%.
Esta caída debería haber llevado a una suspensión de la explotación, pero elevó el precio de la angula, tal y como se evidencia en este estudio, de alrededor de 5 euros el kilo en 1925, a más de 1.000 euros el kilo en la actualidad. La alternativa: una veda total, acompañada por otras medidas para ayudar a recuperar la especie. Aunque con los precios actuales, y unos costes de producción relativamente bajos para los pescadores, va a ser difícil imponer medidas de conservación, y salvar de la extinción la anguila europea.
