Existe una “batalla cultural” que se libra en España, y seguramente en otras partes del mundo, de forma silenciosa y más o menos discreta, entre conductores y las autoridades responsables de controlar el tráfico, como es el caso de la DGT en nuestro país. Esta batalla gira en torno a la velocidad, y cada año se cuentan los avances y retrocesos en esta lucha por el número de víctimas mortales (pues el exceso de velocidad es una de las principales causas de accidentes fatales en carreteras y autopistas). Junto a ello, por la cantidad de multas y sanciones que se aplican cada año.
En la primera línea de combate: los radares fijos y móviles
En esta guerra donde solo puede haber perdedores, los puntos de control fijos y móviles cumplen dos funciones claves. Es preciso que actúen como presencia disuasoria, para que los conductores no sobrepasen la velocidad máxima permitida, y detectar y sancionar a aquellos que se excedan, aunque sea por unos cuantos kilómetros.
La vigilancia y control es llevada a cabo a través de radares fijos, de punto y de tramo (cuando son dos puntos de control y la velocidad se calcula por el tiempo que tarda el coche en ir de un punto de control al siguiente). También por radares móviles, que incluyen equipos portátiles, coches y motos encubiertos, helicópteros y hasta drones.
Pero lo que muchos conductores no saben es que los radares no saltan de inmediato cuando sobrepasamos el límite de velocidad permitido, y que existe una especie de margen de tolerancia, o de error, antes de que tales radares se activen.
El margen de tolerancia: 7 km/h y 7%
También se habla de “margen de error”, porque no siempre los radares están bien calibrados, y porque en la DGT son conscientes de que los medidores de velocidad, o velocímetros, en los coches no proporcionan una lectura precisa de la velocidad a la que realmente nos estamos desplazando. Esto significa que podemos estar excediendo el límite de velocidad, aunque el velocímetro diga que estamos en el límite permitido.
Este “margen de tolerancia” está alrededor de los 7 km/h, cuando el límite de velocidad es inferior a los 100 km, como sucede en la mayoría de las carreteras. Por otro lado, por encima de un 7% de la velocidad permitida cuando el límite de velocidad es superior a los 100 km, como en un buen número de autopistas.
Algunos ejemplos
En la mayoría de las carreteras interurbanas, el límite de velocidad es de 80 km/h, por lo que un radar se mantendrá tranquilo si pasamos por el punto de control a una velocidad aproximada de 85 km/h, pero saltará de inmediato si lo hacemos a 88 km/h.
En cambio, en una autopista donde el límite de velocidad sea de 120 km/h, el radar no se activará mientras no sobrepasemos los 128,4 km/h. Es decir, los 120 km más el 7%, 8,4 km.
Recomendaciones, y un llamado de atención
Si queremos saber con precisión cuál es la velocidad real a la que estamos conduciendo, solo hay que consultar el GPS, que da una lectura más exacta que el velocímetro.
Lo aconsejable es conducir siempre un poco por debajo del límite de velocidad, respetar la señalización y prestar atención a los otros conductores. No es necesario que nos vigilen para hacer lo correcto.
No es broma: en 2024, el 21% de los accidentes de tráfico en España fueron causados por exceso de velocidad. Por ello y según la DGT, si respetáramos los límites de velocidad, las muertes en accidentes de tráfico se reducirían en una cuarta parte.
