Hay una escena concreta de Titanic que todos los que hemos visto la película (si tú no lo has hecho, ya va siendo hora) recordamos pero que, en su momento, se le solicitó a James Cameron eliminar, razón por la cual estuvo a punto de desaparecer del metraje final pese a la firma oposición del aclamado y reconocido director. Hablamos justamente de la secuencia en la que Jack enseña a Rose a escupir “como un hombre”, una escena tan pequeña en duración como enorme en significado dentro del propio filme y dela historia de estos dos emblemáticos personajes.
Y es que según el propio Cameron, los ejecutivos, los coproductores e incluso los propios protagonistas de Titanic le suplicaban que la eliminara, pero en ella se escondía algo más que un gesto rebelde por parte de la aristócrata, y el tiempo le dio la razón al director. Lo curioso es que este fragmento, que ahora forma parte del imaginario colectivo asociado a Titanic, nació casi como una pequeña excentricidad del guion, una escena ligera que mostraba la complicidad creciente entre Jack y Rose, pero que generó rechazo desde el primer momento.
Ni a Leonardo DiCaprio ni a Kate Winslet les entusiasmaba al leerla, y en la productora tampoco veían claro que encajara en una película tan dramática, tan ambiciosa y tan cargada de emociones como Titanic, razones que rápidamente fueron despreciadas por Cameron, el cual se mantuvo firme, defendió su visión y dejó claro que, si algo encajaba en la construcción emocional de los personajes, no pensaba sacrificarlo por presiones externas.
La escena de Titanic que todos odiaron… excepto el público
Años después, el propio director reconoció que esa insistencia fue clave, no solo porque la escena sobrevivió al montaje final de Titanic, sino porque —según han señalado los espectadores en diferentes sondeos— es una de las más queridas y mejor valoradas de toda la película. Cameron explicaba que su manera de tomar decisiones se basa en un criterio muy personal, y es que si duda de algo y otras personas también dudan, entonces lo replantea; pero si él tiene absoluta convicción, le da igual cuánta gente le diga lo contrario y lo mantiene. Una convicción que en el caso de Titanic le salió más que bien.
Que una película como Titanic —un proyecto enorme, lleno de dificultades técnicas, tensiones presupuestarias y rodajes eternos— conserve un momento tan cotidiano y aparentemente insignificante tiene un sentido narrativo enorme, y es que Cameron siempre ha dicho que la historia entre Jack y Rose necesitaba respiración, humanidad y espacios de juego, porque solo así se justificaba la intensidad emocional del desenlace.
Este es justamente el sentido de esta pequeña escena de Titanic, la cual nos muestra que su relación no era solo un flechazo épico, sino también una complicidad adolescente, espontánea y profundamente real con la que a pesar de la diferencia de época y las circunstancias que lo rodean, podemos traer a nosotros y nuestra actualidad, empatizando de un modo increíble con ella.
Resulta interesante pensar que una película como Titanic, la cual durante años fue la más taquillera de la historia y que hoy sigue en el top mundial, estuvo a punto de perder uno de sus momentos más memorables por considerarlo “innecesario”, algo que se puede entender debido a todo lo que hay alrededor, como el impresionante barco, la banda sonora o el propio desastre que se narra. Pero justamente ese gesto torpe de Rose, la risa de Jack, la informalidad de ese pequeño intercambio en un entorno tan rígido como la cubierta de primera clase lo que permite que tanto Titanic como nosotros respiremos de vez en cuando a pesar de saber lo que se les viene encima.
