Vivimos en un mundo donde las cámaras de seguridad están cada vez más presentes: pasaron de bancos, restaurantes y comercios a la habitación de los bebés, la entrada de las casas, jardines, calles privadas, ambientes donde tenemos las mascotas, salones, cocinas, etc. Cada día parte de nuestra vida queda capturada por distintas cámaras, cuya función es proporcionarnos seguridad y control sobre determinados espacios. Pero que pueden terminar convirtiéndose en todo lo contrario, en herramientas para vulnerar nuestra privacidad y nuestra seguridad.
Un error común que aprovechan los ciberdelincuentes
Una práctica común, que cada vez se ha hecho más accesible, es la de cámaras de seguridad conectadas a nuestros móviles, o accesibles a distancia gracias a internet. De esta forma podemos vigilar nuestra casa de verano, la habitación de los niños o qué hacen las mascotas, o los empleados, cuando no estamos presentes. Estos equipos pensados para nuestra seguridad, si no damos un sencillo paso, pueden convertirse en todo lo contrario. En una herramienta con la que extraños o ciberdelincuentes pueden ver lo que hacemos o qué sucede en nuestra vivienda o nuestro comercio.
¿Cuál es ese sencillo paso que no damos? No cambiar las contraseñas de las cámaras que traen de fábrica, que es algo que nos recomiendan en esas instrucciones que a menudo ignoramos. Las contraseñas que vienen con las cámaras suelen ser muy sencillas, del tipo “1234” o “admin”, por ejemplo, para facilitar su instalación y pruebas. Por esta sencillez estas contraseñas deben cambiarse de inmediato, para que el acceso se limite al propietario o al personal autorizado. Muchísimas personas no lo hacen.
Esta situación facilita que ciberdelincuentes puedan acceder fácilmente a las cámaras de seguridad y usarla para vigilar nuestros pasos o los de nuestros seres queridos o empleados. De esa forma saber si hay o no otros equipos de seguridad, si hay personas presentes o cuáles son los movimientos cotidianos.
Un desconocido puede estar observándonos a través de nuestras cámaras
No es para ponerse paranoicos, aunque si ya estamos usando cámaras de seguridad es porque sentimos que hay espacios que debemos vigilar. Además, la presencia de cámaras puede tener un efecto disuasorio. El problema aparece, o puede aparecer, cuando las cámaras están en espacios íntimos como el comedor o las habitaciones, y no hemos cambiado sus claves de fábrica.
Los hackers y otros ciberdelincuentes poseen softwares que los ayudan a localizar cámaras con estos códigos sencillos y, de pronto, nuestra vida cotidiana puede terminar expuesta en las redes sociales o estar a la vista en el monitor o el móvil de un desconocido.
Una solución bastante sencilla
Muchos usuarios creen que esta falta de seguridad del producto puede estar relacionada con su calidad, pero no es así. Podemos tener la mejor marca de cámara del mercado pero si no cambiamos la clave cualquiera podrá acceder a ella. Es como comprar la puerta más sólida y sofisticada del mercado y luego dejarla con la llave puesta en la cerradura.
No necesitamos contratar a una empresa de seguridad para resolver este problema, y la verdad es que la solución es bastante sencilla y solo requiere de unos minutos de nuestro tiempo. Unicamente debemos acceder a la configuración de la cámara y cambiar el nombre del usuario y la clave. En otras palabras: decir adiós al usuario “Admin” y a la clave “1234”, y colocar datos que solo conozcamos nosotros y nuestras personas de confianza.
Muchas vulnerabilidades relacionadas con el uso de internet y equipos de seguridad con frecuencia se resuelven de forma tan sencilla como esta, solo debemos prestar atención a las instrucciones, y cumplir con ellas.




