Cuando se habla de viñedos y de vinos, se piensa de inmediato en climas mediterráneos, con temperaturas que pueden ser bajas, aunque no demasiado. En principio no tiene nada que ver con regiones con características climáticas más parecidas a las del norte de Europa, donde las temperaturas extremas del invierno se relacionan con bebidas más fuertes y hasta cierto punto más rudas, como el vodka.
Pero esta es una apreciación equivocada, como lo ha demostrado desde hace más de 20 años una bodega en Guadalajara, en una región que se encuentra sobre los 1.000 metros sobre el nivel del mar, y donde les ha tocado enfrentarse a heladas, predicciones en contra y un aprendizaje sin acompañantes, con resultados sorprendentes.
La bodega de Finca Río Negro
La Finca Río Negro se encuentra en las proximidades de Cogolludo, en la provincia de Guadalajara, un pueblo con una historia que se remonta al siglo XI, aunque ya antes habría sido un asentamiento romano y musulmán. Recordar que en su momento fue también un centro vitivinícola, aunque actualmente sea el emprendimiento de la familia Fuentes el único de su clase en la zona.
La Finca Río Negro es un proyecto familiar que comenzó en 1998 José Manuel Fuentes, y que actualmente llevan adelante su hijo, Fernando, y su nieto, Víctor Fuentes, que tiene el cargo de director comercial.
Para el momento en que decidieron emprender esta empresa, que hoy en día es la bodega Finca Río Negro, no quedaba ningún viñedo en la región y menos a 1.000 metros sobre el nivel del mar. Todo ello en una región donde al año hay más de 40 días con temperaturas bajo cero, y donde no es raro que llegue a aproximarse a -22 grados.
Uvas en vez de pingüinos
Fue por estas condiciones que algunos asesores, cuando visitaron este proyecto familiar, les recomendaron sembrar pingüinos en vez de uvas, por las duras condiciones climáticas, que sin embargo no han impedido el desarrollo de un viñedo que es único en la zona. “No tenemos a nadie que haga vino en 55 km a la redonda”, explica Víctor.
Esta singularidad tiene su lado negativo, y es que no tenían una experiencia previa que les sirviera de apoyo, pero a su vez les ha ayudado a conseguir la calificación de Vino de Pago, que otorga la Unión Europea a las bodegas con características de clima y suelo excepcionales.
Pero el proyecto de Finca Río Negro quería ir más allá de ser un vino de pago; querían llevar adelante, como en efecto lo han hecho, un proyecto ecológico con uvas exclusivamente de este viñedo y recolectadas a mano. En el desarrollo de este sueño que para algunos era imposible, jugó un papel importante el enólogo Xavier Ausàs, conocido por su trayectoria en la Bodega Vega Sicilia, a quien contactaron en 2017:
“Cuando me llaman, doy una vuelta y les explico que hay que organizar la viña y tener claro que solo se puede elaborar lo mejor si lo mejor viene del terreno”.
Y otra figura destacada es Manuel del Rincón, que entra como asesor técnico en 2020 y lleva adelante una labor excelente al adaptar la uva a las especiales condiciones de suelo y clima.
Los vinos de Finca Río Negro se han ido ganando un espacio entre los buenos vinos españoles, con una producción de tintos basados principalmente en tempranillo, asociado con variedades de syrah y merlot, todas uvas que vienen marcadas por su crecimiento y maduración en esta “Siberia” española.
La finca dedica cerca de 50 hectáreas, de casi 600, a los viñedos y la producción anual es de unas 100.000 botellas, lo que convierte en un privilegio su degustación, y un gusto al que ahora podemos agregar que conocemos un poco más su historia.
