Gran parte de la historia europea consiste en una lista de enfrentamientos y conflictos, de narraciones de guerras y batallas por diferentes motivos y de territorios que cambian de mano una y otra vez. Y todo ello mientras se queman las cosechas, se roban los animales y los súbditos son pasados por las armas.
Sería bueno pensar que ya todo eso quedó atrás, pero Ucrania nos recuerda que no es así. Por suerte, también hay fiestas y tradiciones que se mantienen y que realzan otros valores europeos, como el de la posibilidad de llegar a acuerdos y respetarlos durante siglos, incluso entre pueblos separados por fronteras políticas y culturales.
Una tradición medieval que ha llegado al presente
Existe una tradición en los Pirineos que se ha mantenido por más de siete siglos e involucra a pastores de España y Francia, y que es conocida como la tradición de las tres vacas. Dicha tradición consiste básicamente en que los franceses entregan a los españoles, cada año, 3 vacas pirenaicas.
Es una tradición en la que participan pastores navarros, del valle del Roncal, y franceses de Baretous, del departamento de Pirineos Atlántico, y se supone que a cambio de estos animales los franceses pueden tener acceso a pastos y agua para su ganado del lado español.
La historia de por qué se entregan vacas
Se trata de un ritual al que se llegó como un modo de poner fin al conflicto entre las dos comunidades vecinas, por el uso de los pastos y de las fuentes de agua. Un hecho que en más de una ocasión había derivado en batallas y otros hechos de sangre. Las crónicas medievales hablan de enfrentamientos por el ganado que llevaron a batallas como la de Aguincea, donde murieron 200 baretoneses y 53 roncaleses.
Para acabar con este conflicto, los pueblos enfrentados buscaron la mediación de un tercero, que resultó ser la villa de Ansó de Aragón, donde “seis hombres buenos” establecieron un acuerdo que se conoce como “carta de paz”, aunque popularmente se le llame el “tributo de las tres vacas”.
En este acuerdo, al que se llegó en 1375, se establecía que cada 13 de julio los baretoneses entregarían 3 reses con el mismo color, condiciones y edad, a los roncaleses, en lo que se conocía como Piedra de San Martín, y que actualmente es el mojón 262, en el collado de Ernaz, que separa Isaba, Navarra, de Areta, Bearne.
Cómo es el ritual para conservar la paz
El tributo de las tres vacas se ha mantenido durante más de 7 siglos con muy pocas interrupciones, y va más allá de un intercambio de ganado por derecho a pastos y agua. Realente se trata de un compromiso de paz entre dos pueblos, y no entre dos Estados, y quizás por eso ha durado tanto y ha habido tanto empeño en mantenerlo.
El ritual se desarrolla cada 13 de julio en el collado de Ernaz, adonde llegan primero los representantes de Roncal, con su traje tradicional (sombrero roncalés, capote negro, calzón corto), y lo representantes de Baretous, con traje dominical cruzado por la franja tricolor.
El primer paso lo da el alcalde de Isaba, que pregunta tres veces a los franceses si están dispuestos a cumplir con el tributo de entregar tres vacas de 2 años, con el mismo pelaje y cornaje, y en perfecta salud.
Los franceses responden de forma afirmativa y a continuación franceses y españoles ponen las manos, unas sobre otras, encima del mojón que reemplazó la Piedra de San Martín (desaparecida en el siglo XIX), y lo que sigue es un banquete con música y disfrute de productos tradicionales de ambas regiones.
Actualmente, las vacas regresan de inmediato a territorio francés, y el tributo se entrega en dinero, pero el espíritu del acuerdo se mantiene: la paz entre vecinos.
