En España, el hobby de pasear caminando con un detector de metales es un pasatiempo que atrae a personas de todas las edades. Combina un componente lúdico con la satisfacción de realizar ejercicio y disfrutar del aire.
El sonido del detector cuando capta algo debajo de la tierra, hace volar la imaginación y la expectativa de encontrar monedas antiguas, restos históricos y otros objetos perdidos con una historia detrás.
La mayoría de las veces el detector suena porque capta una tapa de botella, un trozo de metal de algún objeto de uso cotidiano sin ningún valor.
Algunos hallazgos más valiosos que es frecuente encontrar son monedas, anillos pendientes y otras pequeñas joyas metálicas, probablemente extraviadas por sus dueños en lugares de recreo o durante paseos.
Pero de vez en cuando, los buscadores de metales se conmueven con alguna noticia que reaviva sus esperanzas de un hallazgo significativo en algún sentido, de toparse con algo inesperado que haya permanecido oculto durante años.
Precisamente, esto es lo que ocurrió en Noruega.
¿Qué gran descubrimiento salió a la luz gracias a los aficionados en detección de metales?
Un descubrimiento de gran valor arqueológico tuvo lugar cuando un grupo de aficionados en la detección de metales recorría, como tantas otras veces, una zona en Fitjar, Noruega.
Durante su recorrido, el detector de uno de los integrantes del grupo comenzó a sonar. Pensando que, como ocurre frecuentemente, habría un trozo de metal sin trascendencia, el caminante cavó en el lugar. Una grata sorpresa lo esperaba. Descubrió una moneda y un broche con fragmentos textiles.
Como el lugar tenía una historia interesante, un grupo de arqueólogos decidió investigar si esos hallazgos conducían a algo más grande. Se hicieron cargo de las excavaciones arqueólogos de la Universidad de Bergen.
Tres mujeres y una granja
Los trabajos arqueológicos pusieron al descubierto las tumbas de tres mujeres que habían sido enterradas en el lugar. A partir de ese hallazgo, los científicos trabajaron con la hipótesis de que en el lugar podría existir un enterramiento vikingo que podría tener unas 20 tumbas.
La historia indica que en la zona de los hallazgos había una granja que probablemente era propiedad de un rey local del oeste de Noruega. Las mujeres enterradas estaban asociadas a la granja.
Su ubicación estratégica cerca de la costa, la convertía en un punto atractivo para viajeros que necesitaban un puerto seguro. Se cree que en la granja se ofrecía refugio a los barcos en el nombre del rey.
La tumba de una de las mujeres estaba ubicada en una grieta natural de la roca. A falta de tierra, estaba cubierta de piedras.
La segunda, además de joyas, tenía herramientas textiles, lo que destaca la importancia de la producción textil en la sociedad vikinga. Estos objetos podrían indicar que probablemente era la encargada de las tareas de costura de la granja. La tercera no se ha investigado aún.
Joyas, monedas y más
Las tres tenían gran cantidad de joyas y broches que probablemente provenían de Inglaterra o Irlanda. Los objetos encontrados indican que esas mujeres tenían un alto estatus social.
Una de las monedas es una variante procedente de las ciudades vikingas danesas Hedeby o Ribe. Las demás se reconocieron como monedas de plata carolingias. Esto parece indicar que existían redes comerciales durante la época vikinga.
En conjunto, estos descubrimientos contribuyen a una visión más profunda de la organización y de las conexiones internacionales de la comunidad que habitaba esa zona durante la época vikinga.
Una luz de esperanza se encendió en los buscadores de metales que suelen recorrer diferentes terrenos. El consejo para todos ellos es elegir espacios con valor histórico o arqueológico, antiguos caminos, áreas rurales abandonadas y lugares donde existieron asentamientos en el pasado.
