El uso de perfumes en el cuerpo no es una costumbre solo de estos tiempos. Es un hábito milenario que se remonta a civilizaciones antiguas. Se cree que las antiguas culturas egipcias fueron de las primeras en desarrollar la perfumería. Emplearon aceites aromáticos y resinas especialmente en rituales religiosos.
Los perfumes también eran utilizados por la realeza y las clases altas como símbolo de estatus. En la Antigua Grecia y Roma, el uso de fragancias se extendió a la vida cotidiana, y se hizo común perfumar el cuerpo, la ropa y los ambientes.
En Europa, el perfume se popularizó gracias a las rutas comerciales con Oriente. Su uso estuvo también destinado a disimular olores corporales debido a las limitadas costumbres de higiene de esas épocas.
Con el Renacimiento, la perfumería experimentó un gran auge en Italia y Francia. En especial Francia se consolidó como el epicentro de la perfumería, fama que todavía hoy mantiene.
¿Por qué hay personas que usan perfume todos los días?
Como ocurre con todos los comportamientos humanos, también el uso del perfume ha sido interpretado por la psicología como una manifestación de la personalidad.
Estas interpretaciones ponen en evidencia que el uso del perfume no solo tiene la intención de oler bien. La raíz de estas ideas está en el hecho de que el sentido del olfato está muy vinculado a las emociones, los recuerdos y el cerebro. Esto explica por qué ciertos aromas evocan recuerdos específicos o generan sensaciones de confort o de seguridad.
Otra interpretación del uso de perfume a diario lo considera una expresión de búsqueda de aprobación de los demás. Obedece a una necesidad de reforzar la identidad personal, ya que el perfume actúa como una extensión de la personalidad.
En este sentido, es un potenciador de la autoestima y la confianza en sí mismo.
¿Qué dice la fragancia de quien la usa?
La mayoría de las personas tienen preferencias por un tipo de fragancia que encaja mejor con su personalidad. Por esa relación entre olfato, emociones y cerebro, determinadas fragancias desatan ciertas emociones.
De la relación entre fragancias y estados de ánimo también se ha ocupado la psicología. Por ejemplo, los aromas cítricos se asocian con la energía y la vitalidad. Las notas florales o amaderadas sugieren calma y relajación.
Hay fragancias especiales que las personas sienten que actúan como estrategia de seducción. Aprovechan el poder de las feromonas y la respuesta emocional que ciertos perfumes generan en otras personas.
¿El perfume produce bienestar en quien lo usa?
Se ha comprobado que el uso de perfumes libera serotonina, considerada la hormona de la felicidad. Es un hábito que en muchas personas se asocia al bienestar, a la felicidad, a la relajación.
Hay quienes sienten que cuando usan perfume las relaciones con otras personas en el trabajo o en la calle son más fluidas y amigables. Atribuyen al perfume la cualidad de armonizar las reacciones humanas, por lo que sienten que es un vínculo positivo que evita conflictos.
¿Los perfumes pueden tener efectos negativos?
En efecto, hay personas a las que no les gusta usar ni oler perfumes. Argumentan que son especialmente sensibles a los olores fuertes y que les provocan dolor de cabeza o náuseas. También se mencionan reacciones de alergias.
Los naturistas consideran que los perfumes son innecesarios, que la naturaleza es sabia y que basta con la limpieza natural sin aromas añadidos. Y los ambientalistas basan su rechazo en que para fabricarlos hay mucha destrucción.
La decisión de usar perfumes obedece a una combinación de factores físicos, emocionales y éticos que varían en las distintas personas. Lo cierto es que la mayoría que los usa a diario los considera necesarios para que su día transcurra con alegría, energía y bienestar.