Desde su descubrimiento, o redescubrimiento, en el siglo XVIII, las ruinas de Pompeya y Herculano han estimulado la imaginación de los habitantes de la región, de los turistas y hasta de los arqueólogos. Y ello por no mencionar a los millones de personas que siguen interesadas y fascinadas por la vida en la antigua Roma.
Pompeya y Herculano fueron sepultadas por una violenta erupción del Vesubio en el 79 d.C., y la muerte llegó tan rápido que muchos habitantes quedaron inmovilizados en distintas posiciones. Este descubrimiento ha propiciado, entre expertos y aficionados, muchas especulaciones sobre quiénes eran las víctimas y qué estaban haciendo cuando les sorprendió la muerte.
La técnica que hizo famosas a Pompeya y Herculano
Los arqueólogos lograron recuperar las figuras de muchas de las víctimas de la erupción rellenando con escayola las formas huecas conservadas por la ceniza volcánica.
Con esto se obtuvo lo que podría interpretarse como una instantánea del momento en que los habitantes fueron sorprendidos por la muerte, y que han sido fuente de inspiración de algunas historias, como las de las cuatro víctimas de la Casa del Brazalete Dorado.
En este sitio se encontró la “mujer del brazalete de oro”, que abrazaba una figura más pequeña, por lo que se asumió que se trataba de una madre y su hijo, al que trataba de proteger. Al lado, otras dos figuras abrazadas, que fueron bautizadas como las dos hermanas.
Una nueva forma de explorar el pasado: el ADN
Aunque el calor infernal destruyó y casi hizo desaparecer por completo los cuerpos de los habitantes de Pompeya y Herculano, quedaron suficientes rastros de ADN en las cenizas como para determinar el sexo, la relación genética y la ascendencia de algunas de las figuras de las víctimas que se han conservado.
Y eso fue justamente lo que hizo un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard, en conjunto con miembros del Parque Arqueológico de Pompeya.
En esta investigación, cuyo resultado se publicó en Current Biology, se extrajeron muestras de ADN de 14 de 86 moldes que se estaban restaurando, y entre los que se encontraban los cuatro de la Casa del Brazalete de Oro.
El resultado no pudo ser más sorprendente: las hermanas y la madre con el hijo no eran tales, pues las muestras de ADN mostraron que no existía ningún parentesco. Además, las cuatro víctimas eran masculinas, ninguna era mujer.
Al respecto, David Caramelli, uno de los participantes en la investigación, señala que: “estos hallazgos desafían interpretaciones tradicionales, como la asociación de las joyas con la feminidad o la interpretación de la cercanía física como indicador de relaciones biológicas”.
Desmontando mitos y descubriendo a los pobladores de Pompeya
Los investigadores creen que posiblemente algunos moldes fueron manipulados por los restauradores para crear “historias”, como las de la mujer del brazalete de oro, y que el análisis del ADN puede contribuir a desmontar algunos de estos relatos.
Otro resultado interesante de esta investigación está relacionado con la composición demográfica de Pompeya.
Los marcadores genéticos revelaron la presencia de un buen número de personas originarias del Mediterráneo Oriental, lo que hace pensar en Pompeya como una ciudad cosmopolita, en el que los romanos convivían con personas procedentes de distintas partes del imperio.
En palabras de otra de las investigadoras que participó en este estudio, Alissa Mittnick: “Este estudio destaca la naturaleza diversa y cosmopolita de la población de Pompeya, que refleja patrones más amplios de movilidad e intercambio cultural en el Imperio romano”.
Y concluye señalando la importancia de relacionar cada vez que sea posible los estudios genéticos con disciplinas como la arqueología, para entender mejor las sociedades antiguas y desmontar interpretaciones tradicionales que podrían ser falsas.
