Es hora de empezar a tomar en serio las noticias sobre las consecuencias del calentamiento global, pues están hablando de nosotros y del futuro de nuestros hijos, y de eventos que no se encuentran tan lejos como podría parecer.
Un estudio realizado por investigadores de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (LSHTM), publicado en enero de este año en la revista Nature Medicine, afirma que, si no tomamos medidas urgentes en torno a las emisiones de gases de efecto invernadero, las muertes por calor extremo en Europa podrían incrementarse en un 50% de aquí al 2100. No solo eso, sino que podrían causar 2,3 millones de muertes adicionales por calor extremo.
Tres ciudades españolas entre las diez donde habrá más muertes
En el artículo de Nature, Antonio Gasparrini, director del laboratorio EHM de la LSHTM, afirma que: “Este estudio aporta pruebas contundentes de que el pronunciado aumento de las muertes relacionadas con el calor superará con creces cualquier descenso relacionado con el frío, lo que se traducirá en un aumento neto de la mortalidad en toda Europa”.
La lista de las 10 ciudades donde se produciría un mayor número de muertes antes de que concluya el siglo viene encabezada por Barcelona, con 246.082 fallecimientos, seguida por Roma (147.738), Nápoles (147.248), Madrid (129.716), Milán (110.131), Atenas (87.523), Valencia (67.519), Marsella (51.306), Bucarest (47.468) y Génova (36.338).
Como puede verse, Italia y España son los países que se verían más afectados, y el liderazgo de Barcelona en este ranking macabro se debe a que, en palabras de Pierre Masselot, otro de los articulistas e investigadores de la LSHTM: “se trata de una ciudad muy vulnerable al calor debido a sus elevados niveles de tráfico y contaminación atmosférica, así como a la desigualdad en el acceso a los espacios verdes”.
El hecho de que se haga énfasis en las grandes ciudades no significa que las más pequeñas se verán libres de esta epidemia de fallecimientos por calor extremo.
Ciudades pequeñas de Malta, España e Italia verán también un aumento en este tipo de muertes, e incluso urbes que se encuentran más al norte, en Europa, verán un aumento en esta clase de muertes, aunque no en números tan altos como las de la zona mediterránea.
París tendrá un aumento en las muertes por calor extremo de 13.515 personas. Sin embargo, más al norte se observará un fenómeno inverso: un descenso en las muertes por esta causa, en los países nórdicos y en lugares como Londres (-27.455) y otras ciudades del Reino Unido.
Como apreciamos, son cifras que no pueden compararse con las 2,3 millones de muertes adicionales que se producirán en el resto de Europa, y que contradicen la tesis de que un aumento en la temperatura podría ser bueno para el continente.
No son muertes inevitables
Las muertes causadas por calor extremo en Europa no son inevitables, y es mucho lo que pueden hacer las distintas administraciones, desde los ayuntamientos hasta la Unión Europea, para hacer de los grandes centros urbanos entornos más amigables con sus habitantes.
So útiles medidas como restringir aún más la circulación de vehículos que utilicen gasolina o diésel, o el uso de combustibles fósiles para calentar o enfriar las edificaciones. También aumentar las áreas verdes en las grandes ciudades y construir espacios amplios climatizados, todo ello podría reducir sensiblemente el número de fallecimientos. Pero solo lo detendrán del todo grandes decisiones globales.
Pierre Masselot no podría ser más tajante: “Siguiendo un camino más sostenible podríamos evitar millones de muertes antes de que acabe el siglo. Algo especialmente crítico en la zona mediterránea donde, si no se toman medidas, las consecuencias podrían ser nefastas”.
