Desde hace varios años se ven en algunas carreteras unos cables negros que las atraviesan y que han desatado todo tipo de especulaciones entre los conductores. La teoría principal es que se trataría de alguna clase de sensores que estarían asociados con radares para vigilar y detectar los vehículos que pasan con exceso de velocidad.
Estos cables negros, que pueden tener entre 2 y 3 centímetros de diámetro y cruzan la calzada a lo ancho, tienen una función inofensiva para los conductores y que puede ser muy útil para la DGT y los ayuntamientos: contar el número de vehículos que pasan por ese punto cada día. Se trata de una información que se ha estado recogiendo, con distintas técnicas y tecnologías, desde los años 60 del siglo pasado, y que puede servir para determinar cuándo se deben realizar operativos, o para planificar de acuerdo con el uso el crecimiento de la red vial.
Por ejemplo, la información sobre el uso muy intenso de una carretera puede servir como respaldo de un proyecto para agregar un nuevo carril, o considerar la construcción de una autopista. Al revés también: el bajo flujo de tráfico registrado por estos cables puede ayudar a descartar futuras ampliaciones u otras inversiones en esta vía.
Cables negros y llenos de aire para contar vehículos
La forma como operan estos cables es bastante sencilla: por dentro están llenos de aire y cuando un vehículo pasa por encima ejerce una presión que produce una señal, por el desplazamiento del aire, registrada por un sensor localizado en uno de los laterales de la calzada, que a su vez pasa esta información a una centralita ubicada en el lugar y alimentada por una batería. Todo este equipo se puede retirar, no es fijo, y a la información, tal como señalamos antes, se le pueden dar distintos usos. En la práctica sirve básicamente para tener una idea de cuál es el flujo del tráfico en determinadas épocas del año. Estas instalaciones son conocidas como estaciones de aforo.
La función de las estaciones de aforo
Hay alrededor de 3.370 estaciones de aforo distribuidas a lo largo y ancho de la Red Nacional de Carreteras que pueden registrar el movimiento del 60% del tráfico pesado (camiones y autobuses, principalmente), y el 52% del tráfico ligero. Este tráfico ligero está constituido principalmente por motocicletas, turismos, SUV, furgonetas y otros vehículos que apenas superan las 4 toneladas sumando su peso y de su capacidad máxima de carga. Con esta información, la DGT y los ayuntamientos pueden crear mapas interactivos, con datos relevantes para la toma de decisiones.
Dos cables en vez de uno
Estas instalaciones cuentan a menudo con dos cables en vez de uno, por lo que tal vez la información que se produce cuando pisamos los cables podría servir para determinar la velocidad de un vehículo. Realmente estos equipos no están acompañados por cámaras, con las que se podría registrar la matrícula y quién está cometiendo la sanción, si es alguien que va por encima de la velocidad permitida. Por ello debemos insistir en que no se trata de un tipo “secreto” de radar, como parecen creer muchos conductores.
Los radares fijos en las carreteras y autopistas deben cumplir con determinadas normas, como la de estar claramente señalizados y con carteles que indican su presencia, y cualquier conductor puede saber dónde están utilizando plataformas como Google Maps o la aplicación de la Dirección General de Tráfico: MiDGT. En cuanto a los radares móviles, no siempre pero a menudo sucede que hay carteles que avisan a los conductores sobre la posibilidad de que algunos tramos de carretera o autopistas puedan estar siendo controlados con dispositivos móviles. Es el caso de lectores láser instalados en coches encubiertos, en drones o helicópteros, pero no en cables negros que atraviesan las carreteras.
