En poco menos de tres siglos, los empresarios pasaron de ser motores de la sociedad e impulsores del progreso a una especie de enemigos de la felicidad humana. Y más todavía, a un sector que parece conspirar contra la salud del planeta y que solo vela por sus intereses, sin importarle el resto de la humanidad. Y algo de eso hay, aunque también hemos visto lo que sucede cuando la iniciativa empresarial es reemplazada por el poder absoluto del Estado, por el control absoluto de partidos políticos, y cuando las sociedades desprecian a sus emprendedores y se entregan a los brazos de los ideólogos.
Juan Roig: “La gente quiere escucharnos”
Esta imagen del sector no es compartida por figuras como Juan Roig, presidente ejecutivo y principal accionista de la red de supermercados Mercadona. El empresario así lo hizo saber durante su intervención en el 40° congreso de AECOC, la Asociación de Fabricantes y Distribuidores de Gran Consumo, celebrado en el Roig Arena de Valencia. El empresario valenciano no suele hacer declaraciones públicas, pero cuando las hace es bastante claro en lo que quiere decir, y en este caso comenzó por defender el papel del empresario, y la importancia de que este se sienta orgulloso de serlo.
“Debemos salir del armario, y de forma natural. Nosotros somos referentes; no nos podemos quejar si no tenemos orgullo y nos escondemos. Debemos ser conscientes, somos los que podemos cambiar el mundo”.
Y agregó: “Si queremos pagar buenos salarios, si queremos pagar más impuestos y elevar la productividad, tenemos que ganar dinero”. Y este es uno de los principales puntos que ha defendido en su intervención: los empresarios deben producir ganancias, y además sentirse orgullosos de hacerlo: “A los empresarios les da vergüenza decir cuánto ganan, pero esto es tan necesario como comer: malo si es lo único y se practica en exceso, pero indispensable”.
El futuro de Mercadona
Juan Roig dirige una de las cadenas de supermercados más importantes de España, con cerca de 1.700 locales en España y Portugal, casi 120.000 empleados. La compañía tiene una cuota del sector de distribución de productos en el país, a través de supermercados, que se acerca al 30%. Explicó que el éxito de la cadena valenciana, que dirige desde hace más de cuarenta años, se basa sobre todo en dos aspectos: la capacidad para detectar necesidades y resolverlas, a través de nuevos productos y servicios, y la de haber convertido al cliente, al que en Mercadona llaman el jefe, en el centro de su filosofía empresarial.
“Al cliente lo llamamos el jefe porque es quien tiene el poder de vida o muerte sobre la empresa. Este es nuestro faro”. Y también se da importancia a los trabajadores, los proveedores, la sociedad y el capital, en ese orden de importancia.
En cuanto al cliente, no se trata de ofrecer más productos, sino productos de mejor calidad a buenos precios, para que este siempre acierte al elegir. “Un día nos dimos cuenta de que nuestra guerra no estaba contra los proveedores sino en la calidad y cambiamos el discurso. Calidad, calidad y calidad y sobre todo calidad”.
Continúa: “Nuestro trabajo consiste en ofrecer gran calidad, con un surtido eficaz que cubra todas las necesidades; no podemos tener todos los productos. Si esto fuera así, de aceite de oliva tendríamos 100.000 productos distintos. Hay que seleccionar el surtido que consideramos mejor para el jefe, para el trabajador, para el proveedor, para la sociedad y para el capital”. E insistió en la importancia que para Mercadona tienen sus trabajadores, a quienes paga salarios por encima de los que estipulan los convenios colectivos:
“El que debe satisfacer al cliente, al proveedor y a la sociedad es el trabajador, que debe estar satisfecho y comprometido con la empresa. Estoy muy orgulloso de los 120.000 trabajadores que tenemos, que no son solo manos: son corazón y cerebro”.