Las exigencias medioambientales en Europa unidas al precio del combustible, impulsaron a los fabricantes de automóviles a idear soluciones más eficientes. En un contexto en el que, además, los compradores de coches se fijan especialmente en el consumo, el modo ECO surgió como una respuesta y un rasgo de diferenciación en la amplia variedad de marcas y modelos del mercado.
La innovación se convirtió en una estrategia técnica y comercial, que prometía optimizar el rendimiento energético con menor impacto en el ambiente. Inicialmente, se introdujo en vehículos de alta gama. Con el avance de la electrónica la tecnología se volvió accesible para modelos más económicos. Los fabricantes los integraron a sus vehículos. De esta manera, tenían un argumento comercial diferenciador en un mercado cada vez más competitivo.
Además, el modo ECO se alineó con la transición hacia vehículos eléctricos e híbridos, en los que la gestión de la energía es clave. Hoy en día, el modo ECO está presente en todo tipo de vehículos urbanos y hasta deportivos. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro, dice la sabiduría popular.
Modo ECO: una moneda de dos caras
El ingeniero mecánico Iván Herráez considera que el modo ECO es como una moneda de dos caras. La que se muestra es la que reluce y la que resulta beneficiosa para los conductores de los vehículos. Gastan menos combustible, reducen el impacto ambiental sin perjudicar la experiencia de conducción. En apariencia, es una función muy ventajosa. Sin embargo, según Herráez la otra cara de esta moneda es el impacto en el vehículo en sí mismo.
¿Cuál es el impacto del modo ECO en el vehículo?
Según Herráez, el modo ECO no es todo lo eficiente que muchos conductores creen. El experto considera que se fuerza el motor y que puede provocarle una avería cuya reparación costará 3.000 euros. El técnico explica claramente cuál es el problema para el vehículo. Cuando se activa el modo ECO, se limita la respuesta del acelerador pues se reduce la potencia disponible.
Esto obliga al motor a funcionar en condiciones forzadas que no son las normales. El problema es más grave en el tráfico en la ciudad, pues se para y se arranca con frecuencia. Este sistema genera acumulación de residuos y desgaste prematuro de los componentes. Por lo tanto, aunque se ahorra combustible, Herráez considera que ese ahorro no compensa las reparaciones costosas que el coche requerirá por uso prolongado del modo ECO.
La clave parece estar en las circunstancias en que se activa el modo ECO
Iván Herráez no niega que en determinadas circunstancias el modo ECO sea conveniente. La clave está en cuándo se usa. La ciudad no es el entorno adecuado. El coche funciona constantemente ahogado, a muy pocas revoluciones por minuto. La combustión del carburante no es completa. Por tanto, no se queman todos los residuos del proceso, y se genera el hollín o carbonilla que se acumula en piezas de la máquina.
La válvula EGR es uno de los primeros componentes que sufren un deterioro acelerado por la acumulación de hollín residual que produce el modo ECO. Empiezan los tirones, las pérdidas de potencia y, por fin, aparece la luz en el tablero que indica avería. El filtro de partículas es otra de las piezas afectadas. Este filtro evita que el hollín salga al exterior, y necesita alcanzar temperatura muy elevada para limpiarse, que no se logra por las bajas revoluciones. Por lo tanto, también el filtro termina destruido.
Herráez considera que el modo ECO es una “mentira piadosa” de las marcas. Es una funcionalidad que no está diseñada para el día a día en ciudad. Es útil en autovías, en trayectos prolongados a velocidades sostenidas. Pero esto rara vez se explica a los compradores.
