La sociedad vive en la actualidad una época en la que existe una generación de jóvenes sin título universitario menores de 30 años que, consciente o inconscientemente, ha tomado la decisión de autoexcluirse del mercado laboral. ¿Por qué razón se produce esta especie de desmotivación en los sectores más jóvenes de la sociedad? Aunque está muy extendido el argumento de que existen pocas oportunidades en el mercado de trabajo para los jóvenes, lo cierto es que esta no es la única razón por la que caen en esa desconexión. Tampoco son motivos los problemas de discapacidad, la enfermedad, los estudios o el cuidado de los hijos (o, por lo menos, no son los únicos).
De esta manera, puede decirse que existe una multicausalidad compleja, en la que la predisposición negativa y la desmotivación se convierten en barreras que impiden el avance dentro de una actividad laboral de este tipo de personas. Esta condición de ausencia de los jóvenes en el mercado de trabajo no solo existe en España, por más que sea aquí donde tantas veces escuchemos el manido «no quieren trabajar» (que tampoco es exacto del todo), sino que esta problemática se está produciendo en distintos países del mundo.
Cuando estos jóvenes acceden a un nuevo puesto o están en busca del mismo, según indica La Organización Internacional de Trabajo, muchos perciben que los trabajos disponibles son precarios y mal remunerados. Con todo, los datos del Banco de la Reserva Federal de Dallas muestran que el porcentaje de jóvenes que se encuentran ‘desconectados’ del tejido productivo de la sociedad se ha incrementado en un 12% con respecto al período entre los años 1989 y 2009.
No trabajan porque no quieren los trabajos para los que son aptos
Un porcentaje alto de estos jóvenes que se encuentran en situación de desempleo no trabaja porque ha decidido no hacerlo, porque consideran que la actividad laboral no se ajusta a sus expectativas. Así lo ha manifestado el director de investigación del Centro de Educación y Fuerza laboral de la Universidad de Georgetown (Estados Unidos), Anthony P. Carnevale. Es decir que, aunque tengan la oportunidad de acceder a un empleo para el que están aptos, eligen no hacerlo, dado que consideran -entre otras razones- que en esos trabajos no pagan lo suficiente y, por tanto, no valen la pena.
Carol Graham, investigadora en estudios económicos de la Brookings Institution, agrega que estos jóvenes dicen que sus amigos que trabajan son infelices. No tienen prestaciones, el dinero no alcanza para mantener a sus familias ni para darse algún capricho de forma ocasional. Así que prefieren no molestarse y seguir sin empleo.
Los prejuicios también pesan
Hay prejuicios arraigados en la sociedad que también contribuyen a esta desconexión de los jóvenes del sistema laboral. Persiste la idea de que el éxito personal y profesional se consigue exclusivamente con un título universitario. Por lo tanto, se infravaloran los oficios y los trabajos técnicos o manuales, independientemente de las habilidades que requieran. Los jóvenes creen que estos trabajos son “inferiores”, y, este estigma social afecta la autoestima de quienes podrían realizarlos.
La sobrevaloración del título universitario también ha generado brechas entre la oferta educativa y las necesidades reales del mercado laboral, y ha provocado frustración en los jóvenes. La paradoja es que existe una escasez generalizada de personas que realicen tareas de oficios cualificados. En ocasiones, estos trabajos están bien remunerados, pero faltan trabajadores.
La salud mental: un mal del siglo
En las últimas décadas, la salud mental se ha convertido en un problema grave en el ámbito laboral y educativo. La ansiedad, la depresión, el estrés crónico, el agotamiento emocional, perjudican con tendencia creciente a las generaciones jóvenes.
