Las obras en las carreteras en España están en crisis. La Asociación Española de la Carretera, en su informe emitido en julio de 2025, ha expuesto que el 52% de la red viaria nacional presenta deterioros graves o muy graves. Este porcentaje se traduce en 34.000 kilómetros de vías que necesitan reconstrucción urgente. En el 2025 España vive su peor momento de los últimos 40 años. La falta de inversión, los problemas en la planificación y ejecución, los procedimientos administrativos, la escasez de personal técnico, son todos factores que agravan los retrasos.
Es frecuente que existan obras viales que se inician y posteriormente se paralizan en fases críticas, como la demolición del pavimento anterior, la instalación de señalización provisional, el inicio de movimientos de tierra. El resultado es una vía con tramos cortados, desvíos prolongados y condiciones peligrosas de circulación. En algunos casos, las obras quedan detenidas durante largos meses e incluso años, y afectan la vida de los ciudadanos.
Cuando se difunde la noticia de que una de estas obras viales se finaliza, la gente la mira con desconfianza y cierta resignación. A los “Ya era hora” se suman las quejas por las afectaciones que se han sufrido, especialmente costes económicos e incomodidades para los usuarios. Algo así ha sucedido con la novedad de que, tras más de 20 años de obras, se ha inaugurado la A-22, que conecta Siétamo con Huesca.
Colorín colorado, el cuento ha terminado, por fin
Veintiún años se ha tardado en dejar lista la autovía A-22. Es un ejemplo claro de cómo los proyectos de infraestructuras pueden prolongarse durante tiempos que resultan inverosímiles. Todo comenzó cuando se presentó la idea de transformar la antigua N-240 en una autovía más segura y moderna. La A-22 fue concebida en el año 2000 como un corredor estratégico entre Cataluña y el Alto Aragón.
Las obras comenzaron en una zona de Huesca. En 2010 se abrió el tráfico entre el río Alcanadre y Siétamo, y la Variante de Barvastro. En el 2011 y 2012 se realizaron los trabajos en otros tramos. Este comienzo fue bastante normal. Pero la continuidad de las obras comenzó a resentirse por el 2007. El tramo demorado y polémico es el final, el que conecta Siétamo y Huesca, de 12,8 kilómetros.
A pesar de que las obras se iniciaron en el 2001, la ejecución se vio interrumpida por cambios de siete gobiernos, nueve ministros de Fomento y múltiples revisiones técnicas y de presupuestos.
¿Qué pasó con el tráfico durante estos 20 años de demoras en esta carretera?
El tráfico se vio seriamente afectado. Los conductores debieron desviarse por la antigua N-240, siempre saturada. La falta de una vía de doble carril y las características de la carretera con muchas curvas, provocaban serios conflictos. Embotellamientos, lentitud en los desplazamientos y un gran número de accidentes fueron las consecuencias. En estos 20 años, los conductores denunciaron los perjuicios que la falta de finalización de la autovía les provocaba, especialmente económicos.
Por su parte, los vecinos de las localidades que atraviesa la N-240 también se quejaban por la nueva situación, por los ruidos, contaminación y riesgos de siniestros. En el año 2007 el Ministerio de Medio Ambiente autorizó las obras. Pero luego vino la crisis del 2008 y el proyecto, entre otros muchos, se paralizó. Diez años después, en el 2018, las obras se retomaron.
La inauguración tan esperada
Por fin, el 1 de octubre de este 2025, hace apenas unos días, el tramo final de la A-22 se habilitó para la circulación. Esta apertura marca el final del periplo del desvío para los conductores. Poco a poco se vuelve a la normalidad, que en realidad es inicio de una nueva etapa. Se estima que más de 10.000 vehículos circularán por esta autovía cada día.
