Colonizadas por España poco antes de América, y paso obligado en la ruta hacia el Nuevo Mundo durante siglos, las islas Canarias son un lugar de confluencia de geografías y culturas de al menos tres continentes.
Con siete islas principales y cada una con personalidad propia, el archipiélago, más cerca de África que de España, es un lugar que atrae visitantes y futuros residentes de todo el mundo. En este sentido, cada isla parece tener un grupo de seguidores en particular, que se apasionan por sus paisajes, sus pobladores e historias, como sucede con Lanzarote.
Un secreto de enorme belleza
Cuando se habla de las Canarias, lo que acude a la mente de inmediato tanto de españoles como de turistas extranjeros, son imágenes de Tenerife y de Gran Canaria. Se trata de las grandes ciudades, la magnífica silueta del Teide (la montaña más alta de España, y para colmo, volcán) y las playas de ambas islas, aunque es posible que se cuele, sin notarse mucho, una imagen de Lanzarote.
Un ciclista desplazándose por un paisaje volcánico, playas solitarias, hermosas y salvajes, pequeños oasis turísticos, viñas aflorando en un paisaje lunar. Estas son casi con seguridad imágenes exclusivas de la isla más oriental del archipiélago, que es a la vez la más septentrional con administración propia.
Para muchos visitantes y conocedores, Lanzarote, cuyo nombre deriva de un explorador genovés del siglo XIV, Lanceloto Malocello, está marcada por su paisaje volcánico y por la intensa actividad y presencia de un hombre, César Manrique. Este personaje fue arquitecto, pintor y escultor, nacido en Arrecife, la capital de Lanzarote, y enamorado de la isla.
Vamos a encontrar su presencia y estilo en casas, hoteles, miradores, jardines y hasta cuevas y otros espacios intervenidos, siempre en armonía con el ambiente.
Una isla dividida y a la vez integrada
Si vamos por primera vez a Lanzarote, es bueno saber que está en cierta forma claramente dividida, con un mayor desarrollo turístico y de infraestructuras en las zonas oriental y meridional de la isla, y con una zona norte y noroeste más agreste, pero igual de fascinante.
Vamos a encontrar numerosas playas, tiene 200 kilómetros de costa, pero también lugares en el interior de gran interés y belleza, como los viñedos aflorando en medio de la tierra negra y los extensos paisajes volcánicos.
Playas que no debemos dejar de visitar: playa Blanca, playa de Famara, La Santa, playa del Risco, de Papagayo; la costa nos ofrece una gran variedad de espacios para elegir.
Y podemos intercalar los viajes a la playa con visitas a los viñedos, hacer un poco de turismo enológico o enoturismo. La viticultura es una actividad antigua en la isla y los vinos de Lanzarote gozan de denominación de origen.
Ciudades y sitios poblados que no podemos dejar de visitar: Arrecife, naturalmente, Teguise, San Bartolomé, Jameos del Agua, Yaiza, entre otras. Es una isla relativamente pequeña, pero llena de lugares magníficos y extrañamente hermosos.
Timanfaya
Mención aparte merece la zona de la isla que abarca el parque natural de Los Volcanes y el parque nacional de Timanfaya. Se trata de un paisaje creado por erupciones ocurridas en las primeras décadas del siglo XVIII y que han marcado el paisaje de casi una cuarta parte de la isla.
Es un escenario extraordinario que nos lleva a pensar en los orígenes de la Tierra, o en paisajes de otros planetas, y un lugar donde podemos observar en primer plano la actividad volcánica que creó este conjunto de islas. No debe existir otro lugar en el mundo donde en 50 km cuadrados podamos contemplar 25 volcanes.
