Es un lugar común la envidia que sienten los habitantes de otros países por la dieta de los países mediterráneos y el mito de que comemos rico y sano. Está bien y es cierto que hay muchos platos deliciosos, pero de ahí a que sea nuestra dieta regular, sobre todo entre semana, hay un trecho bien largo.
En general y después de un largo día fuera de casa, bien sea por estudio o por trabajo, cuesta un poco ponerse a cocinar algo rico y saludable. Es frecuente que terminamos preparando cenas rápidas, deliciosas y tradicionales tal vez, pero a menudo poco saludables.
3 cenas tradicionales que vale la pena evitar
Un largo día de trabajo, tráfico pesado de ida y vuelta, compras para el hogar de último momento; lo que menos apetece después de un día como este (y muchos días de entre semana son así), es ponerse a preparar una cena demasiado elaborada.
Y es en ese momento cuando terminamos haciendo una pasta, freímos una carne y la acompañamos con unas patatas descongeladas en el microondas y cocinadas con abundante aceite. O bien optamos por algo más tradicional y calmado, como pueden ser unas galletas acompañadas por una leche achocolatada, “tres cenas que nunca haría”.
La cita anterior es del doctor Manuel Viso, un hematólogo y especialista en urgencias que ha comentado sobre estas cenas en redes sociales como Instagram, y que ha titulado “Tres cenas que yo no haría”. Con sus propias palabras: “Un plato de carne frita con patatas fritas, un plato de espagueti con tomate y queso rallado, leche con cacao azucarado y mojar galletas”.
Las patatas fritas son deliciosas, pero también una verdadera bomba de almidón, aceites refinados, sodio en demasía y un componente que suele aparecer cuando algunos alimentos se someten a altas temperaturas: la acrilamida, que ha probado ser cancerígena. Si a esto agregamos la carne también frita no nos estaremos haciendo precisamente un favor.
La situación no mejora con la pasta con salsa y queso rallado. Las pastas tienen muy poco o casi ningún nutriente, las salsas de tomate preparadas contienen conservantes y otros aditivos, y demasiado sodio, y el queso rallado que compramos en sobre casi nunca es verdadero queso.
Respecto a la otra cena, que tiene casi un carácter infantil y puede ser muy reconfortante, como sucede cuando mojamos la galleta en la leche achocolatada, simplemente estamos consumiendo demasiados azúcares y muy pocos nutrientes. Son tres clases de cenas que podemos disfrutar ocasionalmente, pero que no podemos convertir en parte del menú semanal.
Apostar por las cenas saludables
Para obtener cenas saludables debemos asegurarnos de que estas incluyan una porción razonable de los principales grupos alimenticios: proteínas, carbohidratos, grasas y alimentos con micronutrientes (vitaminas, minerales, etc.). Lo que no significa que las comidas deben ser aburridas o sin sabor.
Es aconsejable comer aves y carnes magras, huevos, legumbres (garbanzos, lentejas, arvejas, etc.), cereales, quesos frescos y otros lácteos sin azúcar, verduras y hortalizas, y frutas. Olvidemos eso de solo comer frutas por la noche, son saludables, pero no cubren todas las necesidades de nuestro cuerpo.
Podemos aprovechar las frutas y verduras de temporada, y hacer cremas y sopas para cenar, que son platos fáciles de calentar. También podemos hacer preparaciones con soja texturizada, si queremos descansar de los productos animales, o hacer deliciosas ensaladas con ingredientes especiales, como aceitunas y queso fresco.
Para hacer menos esfuerzos en la semana podemos preparar parte de lo que vamos a comer durante el fin de semana, y congelar o guardar en la nevera. De esta manera podremos comer rico y balanceado, sin tener que trabajar tanto al llegar a casa.