Mientras la ONU insiste al Gobierno de Siria que les conceda un permiso para poder investigar la zona donde, presuntamente, se llevaron a cabo el pasado miércoles varios ataques con armas químicas que acabaron con la vida de más de un millar de personas y el régimen de Bachar al Asad continúa rechazando la llegada de inspectores internacionales a la zona afectada, en la periferia de Damasco, activistas del país árabe aseguraron ayer que tienen muestras de tejido del cuerpo de algunas de las víctimas y que están intentando hacérselas llegar a Naciones Unidas.
«Hemos recogido cabello, piel y sangre de los fallecidos y las hemos enviado a Damasco por medio de mensajeros de confianza», para que se lo hagan llegar a los expertos, indicó un opositor.
Eso sí, los rebeldes creen que su labor puede ser en balde, no solo porque no puedan ponerse en contacto con los enviados internacionales, sino también porque las muestras puedan contaminarse o resultar dañadas en un contexto de constantes enfrentamientos, ya que los ataques sobre la capital continúan estos días.
Mientras, en Estados Unidos su presidente, Barack Obama, reconoció que las informaciones sobre el presunto ataque químico del Ejército constituyen un «suceso de grave preocupación», por lo que «va a exigir la atención de América y, esperemos, del resto de la comunidad internacional».
A este respecto, insinuó que se acerca una acción definitiva de EEUU en el país árabe, si bien advirtió contra exigencias precipitadas de intervención militar.
Por otro lado, la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y de la Revolución Sirias, el principal bloque opositor al régimen de Al Asad, se comprometió a garantizar en las áreas bajo su control la seguridad de los inspectores de la ONU para que puedan investigar, entre otros lugares, el escenario del supuesto ataque químico. La organización insistió en que es «clave» que estos expertos puedan llegar «en menos de 48 horas» al lugar del bombardeo.
