El Torreón de Lozoya acoge desde ayer la que será la última exposición navideña de la Obra Social y Cultural de Caja Segovia, si bien Rafael Encinas, en su calidad de miembro de la nueva junta gestora nombrada por la Junta de Castilla y León, expresaba su confianza en que la fundación que sucederá a Caja Segovia pueda mantener esta actividad, que en 2013 cumpliría 25 años.
Montada por la Asociación de Belenistas de Madrid, una institución que cuenta con más de 750 socios y que tiene cerca de 70 años de historia, la exposición de Navidad, que incluye un gran belén que cada año atrae a miles de visitantes, podrá verse hasta el próximo 6 de enero, en horario de seis a nueve de la tarde los días laborables y de doce a dos y de seis a nueve los sábados y festivos.
Tal y como explicó el presidente de la Asociación de Belenistas de Madrid, Ángel Ibáñez, que presentó la exposición junto a Rafael Encinas, su título es ‘Melchor, Gaspar y Baltasar’ y en ella son los Reyes Magos los que invitan al público, siguiendo la estrella, a acompañarles hasta el Portal.
El belén principal, que ocupa la totalidad de la sala más grande del Torreón, es un belén popular, elaborado con materiales humildes y en los que la vegetación y el ambiente rural son los protagonistas. Las figuras son de pasta de madera policromada y pertenecen a la Escuela Olotina de Gerona, destacando el conjunto de Reyes, del siglo XIX.
En el resto de las salas, el público encontrará una parte del amplio patrimonio artístico de la Asociación de Belenistas de Madrid, mostrando cómo se ha representado a los Reyes Magos a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI; se trata de una amplia selección, procedente de distintas escuelas, talleres y artesanos de distintos puntos de España.
Entre esa colección destaca un conjunto de piezas realizado por Doménec Talarn i Ribot, policromadas por Mariano Fortuny i Marsal. En estas figuras se evidencia el virtuosismo del escultor a la hora de caracterizar a los distintos personajes, así como en la difícil tarea de componer escenas y grupos. Todas las figuras están presididas por un cuidado gusto por el detalle, acorde con las modas orientalistas que el escultor introdujo en el mundo del pesebre.
Martí Castell, Jiménez Rada, Nicolás Almansa, Alejandro Martín y Bartolomé Marsé son otros de los artistas que firman las figuras de los Reyes.
Una tradición
El presidente de la Asociación de Belenistas de Madrid, Ángel Ibáñez, recordó que los tres Reyes Magos, que este año centran la exposición navideña de Caja Segovia, son una tradición netamente española, “que representan la ilusión tanto para los niños como para los más mayores”.
Ibáñez recordó que, después de los pastores, los Reyes fueron los primeros en acudir a adorar al Niño, “pero mientras los pastores llegaron alertados por unos ángeles, los Reyes lo hicieron por sí mismos, por eso representan a la Humanidad que busca a Jesús”.
El presidente de los Belenistas de Madrid aseguró que a todos sus socios les ha hecho mucha ilusión realizar esta exposición en Segovia, hasta donde han desplazado algunas piezas de gran valor histórico; en algunos casos, es la primera vez que salen de la sede de la asociación.
Artabán, la historia del cuarto Rey Mago
Una de las curiosidades de esta exposición en el Torreón es la presencia de Artabán, conocido como el cuarto Rey Mago. Artabán es un personaje ficticio protagonista del cuento navideño “The other wise man” (“El otro rey mago”), escrito en 1896 por Henry van Dyke.
El zigurat de Borsippa, con sus altos muros y siete pisos, era el punto de encuentro de los cuatro reyes e inicio de la travesía conjunta. Hacia allí acudía Artabán, con un diamante protector de la isla de Méroe, un pedazo de jaspe de Chipre, y un fulgurante rubí de las Sirtes como triple ofrenda al Niño Dios, cuando topó en su camino con un viejo moribundo, atacado por bandidos: interrumpió el rey su viaje, curó sus heridas y le ofreció el diamante al viejo como capital para proseguir el camino.
Llegado a Borsippa, sus compañeros de viaje habían partido. Continuó en soledad, pero una vez en Judea, no encontró ni a los Reyes ni al Redentor, sino hordas de soldados de Herodes degollando a recién nacidos: a uno de ellos, que con una mano sostenía a un niño y en la otra blandía afilada espada, ofrece el rubí destinado al Hijo de Dios a cambio de la vida del niño. En esta actitud es sorprendido, apresado y encerrado bajo llave.
Treinta años duró el cautiverio. Con la absolución y errando por las calles de Jerusalén, se anunció la crucifixión de Jesucristo; encamina Artabán sus pasos al Gólgota para ofrecer la adoración largamente postergada, cuando repara en un mercado en el que una hija es subastada para liquidar las deudas su padre. Artabán se apiada de ella y compra su libertad con el pedazo de jaspe, la última ofrenda que le quedaba; al mismo tiempo, Jesucristo muere en la Cruz.
Una piedra golpea a Artabán y entre la inconsciencia y la ensoñación, se presenta una figura que le dice: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste”. Desorientado y exhausto pregunta: “¿Cuándo hice yo esas cosas?”, y recibe la respuesta: “Lo que hiciste por tus hermanos, lo hiciste por mí”. En ese momento Artabán se dio cuenta de que ya había estado adorando a Jesús en cada uno de sus actos de bondad con el prójimo, a lo largo de los años.
