Si en un pueblo hay alguien que esté al tanto de la calle ése es su alguacil. Posiblemente él sea quien mejor conozca los pensamientos del vecindario. Gregorio Ituero, alguacil de Abades, resumía ayer en una sola frase el sentimiento colectivo: “La gente está asustada”. Y luego añadía su creencia de que “habiendo tanta gente sin trabajo y que pasa hambre no es extraño que ocurran cosas así”. Se refería al violento robo sufrido, a primera hora de la noche del domingo, por una vecina del pueblo en su domicilio de la calle Cantarranas.
Poco antes de las nueve de la noche, la víctima regresó a Abades desde Segovia, donde había visitado a su marido, ingresado en el Hospital General a causa de una grave enfermedad. Al llegar al pueblo se despidió de los familiares con los que había viajado a Segovia y mantuvo una breve conversación con una de sus vecinas, la búlgara Mariana Ivanova, quien la considera “una segunda madre”. Y luego entró en su casa, con la intención de hacerse una tortilla francesa antes de ir a dormir.
Fue en ese momento cuando se produjo el asalto. Al parecer, los delincuentes saltaron la tapia trasera de la casa y entraron, desde un patio interior, a las habitaciones. Y allí estaba ella. Los tres ladrones la exigieron que les entregara, rápidamente, todo el dinero y las joyas que tuviera en casa. Ella debió hacerles frente, e incluso intentó quitar el pasamontañas a uno de los asaltantes, sin lograrlo, recibiendo a continuación una brutal paliza. Seguidamente, la banda cogió cuantos objetos de valor vio a primera vista y desapareció. Su operación duró unos minutos, muy pocos.
Ángeles de Gustín, a esa hora de la noche en la cocina de su casa, se extrañó de los ruidos en la vivienda colindante. “Dado su delicado estado de salud —explicaba ayer esta vecina— me sorprendió que moviera las sillas de una forma tan brusca”. Decidió entonces ir a preguntarla, por si pasaba algo, y cuando abrió la puerta de casa empezó a oír gritos de auxilio. Los malhechores se habían esfumado ya… Eran las 21,15 horas.
El estado en que halló a la asaltada era patético. “Tenía la cara de color carmesí”, explicaba la vecina. Apoyada en el quicio de la puerta, apenas podía abrir los ojos. Ángeles avisó a otros residentes en la calle Cantarranas y, en pocos minutos, se formó un buen grupo. “Su cara estaba totalmente morada”, afirmaba ayer otra vecina. “¿Cómo se puede pegar una paliza así a una mujer que está tomando Sintrom?. ¡Podían haberla matado!”, agregaba, indignada.
Los servicios médicos y la Guardia Civil se presentaron en poco tiempo. La víctima fue sometida a una primera cura allí mismo. Ayer, en la papelera situada a pocos metros de la entrada a la casa todavía se podían ver gasas ensangrentadas…
La Junta de Castilla y León informó que la mujer ingresó en el Hospital General “con múltiples contusiones” que la provocaron “numerosos hematomas de consideración”. En vista de su edad y sus antecedentes patológicos, los médicos decidieron que ayer, aunque se encontraba “estable”, permaneciera en Urgencias, en observación, quedando vigilada por si los hematomas se extendían. La agredida permanerá al menos hasta hoy en el Hospital General. Por otra parte, la Subdelegación del Gobierno reveló que agentes de la Policía Judicial de la Guardia Civil acudieron ayer al domicilio de la víctima en busca de rastros que puedan ayudar a detener a los culpables.
Un pueblo castigado por los delincuentes.- Abades es un pueblo que ha sido duramente castigado el último año por la violencia. El primer episodio se produjo en mayo de 2012, cuando un ganadero de porcino fue asaltado en su propio domicilio. Mientras este empresario se encontraba allí junto a su esposa y otros familiares, los asaltantes entraron. El matrimonio quedó atado en el baño hasta que su hija entregó a los ladrones el dinero y las joyas que tenían en ese momento. Posteriormente, la banda se dio la fuga. Los cuatro autores del robo, tres varones y una mujer, fueron posteriormente detenidos en el peaje de San Rafael, ya que al parecer querían atravesar la barrera sin pagar.
El suceso más sangriento fue la muerte de Rosa María de Andrés, natural de Abades aunque residente en La Higuera, desaparecida desde el 5 de septiembre. Diferentes estudios demostraron que los restos humanos hallados por un pastor en un paraje de Lastras del Pozo eran de la finada. Los posteriores investigaciones llevadas a cabo por la Guardia Civil permitieron concluir que esta mujer murió, de forma violenta, en el garaje de su casa de La Higuera. Seis personas fueron detenidas por su relación con esta muerte.
Por lo que respecta al asalto del domingo, el suceso ha provocado consternación entre el vecindario, pues tanto la agredida como su marido, un matrimonio de labradores ya jubilados, eran “muy queridos” en Abades. El delicado estado de salud del matrimonio, que no tiene hijos, ha multiplicado las muestras de apoyo.
