El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, abordó anoche su primera prueba de fuego después de 14 meses al frente del Gobierno, cuando se puso en discusión entre los máximos representantes políticos del país su gran apuesta por la reforma sanitaria, que le ha llevado un año de negociaciones.
La Cámara de Representantes comenzó ayer la sesión en la que votaba sobre un posible cambio de financiación en el ámbito de la salud en el país, en lo que los líderes demócratas creen que será una victoria histórica, sin que al cierre de esta edición se conociera todavía el resultado.
Después de una tradicional bendición sacerdotal, la presidenta de ese organismo de poder, la demócrata Nancy Pelosi, declaró abierta la sesión.
Los congresistas estaban citados para proceder a tres referendos consecutivos, que comenzaron a las 14,00 horas locales (las 19,00 en España).
Para imponerse en cualquiera de ellas eran necesarios 216 sufragios. Estaba previsto que los 175 republicanos votarán «no» sin excepciones, pues consideran, entre otras cosas, que la medida agravará el déficit fiscal estadounidense.
La primera votación era de procedimiento, para establecer las reglas del debate acerca de la medida. Acto seguido, y después de que el sábado el Comité de Reglas de la Cámara de Representantes lo considerara, se abordó un debate de hasta dos horas de duración.
Una vez que concluyó la discusión, los congresistas dieron su parecer ante dos proyectos de ley distintos. Uno es el que ya aprobó el Senado en diciembre, y que en caso de recibir el visto bueno de la Cámara se trasladará a Obama para su firma y conversión en ley.
El otro -que fue el que se decidió primero- introduce una serie de enmiendas a su compañero, para hacerlo más del gusto de los congresistas.
Antes de entrar al Capitolio, miembros del Partido Demócrata aseguraron que la formación contaba con los apoyos necesarios para aprobar la reforma del sistema sanitario.
contundente. El presidente del grupo progresista en la Cámara de Representantes, John Larson, afirmó que «ya tenemos los votos, en estos mismos momentos», en declaraciones a un programa de televisión estadounidense.
Larson expresó su confianza previa a la cita en Washington en que en el momento de la votación contarán con los 216 sufragios necesarios, aunque las negociaciones para garantizar los «síes» de algunos congresistas indecisos continuaron hasta literalmente el último momento.
Pocos minutos después de iniciarse este proceso, uno de los grupos más reacios al cambio sanitario, el de los demócratas antiabortistas, dio su consentimiento a la reforma gracias a que Obama aseguró que las interrupciones del embarazo no se financiarán con los fondos federales, un hecho que agilizaba la posibilidad de una aprobación del plan de Obama.
Desde el bando republicano, lamentaron que la propuesta «no es una ley, es una decisión de un hombre. Un hombre puede firmar una orden ejecutiva y un hombre puede revocarla, el presidente de Estados Unidos», afirmó el representante republicano Paul Ryan. «Así que para nosotros, como movimiento pro vida, no sirve. Una orden ejecutiva no es como una ley permanente», indicó.
Si la reforma se aprueba, se trasladará al Senado, que según lo negociado entre los demócratas lo aprobará sin cambios y de inmediato, a lo largo de esta semana.
La probable ratificación del proyecto, tras un año de negociaciones, representaría un fuerte respaldo para Obama, que se ha apostado su prestigio político al éxito de la propuesta.
Ningún presidente de Estados Unidos ha conseguido sacar adelante una reforma del sistema sanitario norteamericano, basado en la contratación de seguros médicos privados.
La medida busca dar cobertura a cerca de 30 millones de estadounidenses que en la actualidad carecen de seguro médico.
