Acaba de llegar de Brasil, y hoy mismo se marcha hacia Murcia para preparar a la selección española de categoría femenina. La vida de César Arcones ha dado un giro radical desde que abandonó la disciplina del Caja Segovia, y varios meses más tarde aceptó la oportunidad que le brindó Venancio López para formar parte del cuerpo técnico de la selección española de fútbol sala. Pero no cabe duda de que los éxitos hacen más agradable el trabajo, y el que España consiguió en Brasil el pasado fin de semana fue fruto de una labor espectacular de todo un equipo.
De los 14 días que la selección estuvo concentrada con motivo de la disputa del Grand Prix de fútbol sala, más de dos se los pasó el combinado nacional viajando de un continente a otro. “Gastamos más de 24 horas en el viaje de ida, —señala César—, porque tuvimos que facturar dos veces el equipaje, al final perdimos un enlace y tuvimos que esperar ocho horas en el aeropuerto… y ahora en el viaje de vuelta hemos estado también más de 24 de horas viajando”.
Ese primer viaje de más de un día sólo fue el principio de una participación en un campeonato montado única y exclusivamente a mayor gloria de la selección brasileña. César no quiere mencionar la palabra “encerrona” para definir lo vivido en Annapolis, sede del torneo, “pero sí que vimos cosas raras desde el principio. El hotel estaba a más de una hora del pabellón y no cumplía los requisitos que estuviesen todas nuestras habitaciones juntas, el primer día de nuestra estancia tuvimos que entrenar en una pista de cemento pulido que estaba al aire libre sin vestuarios, con los jugadores cambiándose en las gradas pequeñas que había alrededor de ella… estaba claro que para nosotros no iba a haber demasiadas ventajas, mientras que Brasil las tenía todas. Sin ir más lejos, su hotel estaba a cinco minutos del pabellón, en el que podían entrenar todos los días mientras que nosotros teníamos que buscarnos la vida para poder encontrar una cancha de entrenamiento”.
Pero Venancio tenía las ideas muy claras, y así se las expuso a sus hombres, “nos dijo que no habíamos venido a hacer de comparsas de Brasil, ni a que Falcao nos hiciera el show en nuestras narices, así que había que superar todas las adversidades”, que no hicieron otra cosa más que compactar al grupo español.
En la primera fase hubo paliza a Qatar, y las victorias ante Rumanía y Argentina se consiguieron remontando sendos marcadores adversos, “algo que nos vino muy bien para aprender a reaccionar con el marcador en contra. Eso Brasil no lo tuvo que hacer en ningún partido, y al final lo acabó pagando”, señala Arcones.
Quizá el problema más grave que se encontró la selección española fue el estado de la cancha. “Lo de las goteras en los pabellones es algo tercermundista, ya que tapaban unas y aparecían otras. Nos concienciamos de que eso podía obligar a que se pararan los partidos, y logramos que no nos afectara demasiado”.
Las victorias ante Portugal “que tiene una psicosis con España” y frente a Irán “un equipazo ante el que hicimos una segunda parte buenísima”, allanaron el camino hacia una final con Brasil. Si para estudiar a todos los rivales el trabajo del cuerpo técnico fue enorme, el “scouting” de la selección brasileña dejó sin dormir a todos los preparadores del equipo, “pero al final conseguimos tener perfectamente estudiado al rival para que Venancio se lo pudiera mostrar a los jugadores”.
El resultado final de 1-2 le dio a España el título de campeón del Grand Prix, y mostró a una selección de Brasil que no tuvo buen perder. César da una explicación, “a nivel técnico puede que no tengamos la calidad de los brasileños, pero tácticamente sabemos que somos los mejores del mundo”. Las declaraciones de Vinicius señalando que España ganaba gracias a sus nacionalizados no sentaron bien en el combinado nacional, “esta victoria la hemos conseguido jugando con solo un nacionalizado como es Alemao, que lleva 17 años en España. El problema es que Brasil a veces peca de soberbia y le falta humildad”, finalizó César Arcones.
