Cuenta Sergio Sastre, propietario de la cervecería Niágara, en el número 2 del paseo de Conde Sepúlveda, que todo apunta a que fue un vaso de cristal, donde guarda los billetes de las apuestas de porras deportivas, el gancho que atrajo a un delincuente que esta semana intentó robar en el establecimiento, rompiendo con una piedra el cristal de una de las puertas de acceso.
El vaso de las porras suele estar detrás de la barra, a la vista de todos, pero Sastre comenta “no sé como alguien puede pensar que voy a dejar aquí el dinero, todas las noches lo retiro”, explica.
Este joven empresario, que después de doce años trabajando como camarero en el Niágara, el pasado mes de mayo se hizo con las riendas del negocio, relata que la historia empezó la tarde-noche del 29 de noviembre, cuando el delincuente “estuvo todo el tiempo en el bar, supuestamente viendo en la tele el partido entre el Barcelona y el Rayo Vallecano”.
“Llevaba dos semanas viniendo por aquí, se ve que ya tramaba algo y ese día incluso se quedó medio dormido en la barra y las camareras tuvieron que reprenderle”, explica Sastre. Al final tuvo que echarle. Pero poco después de las dos de la mañana recibió una llamada de la empresa de seguridad con la que tiene contratado el servicio de alarma y vigilancia, alertándole de que había saltado la primera.
“Saltó porque entró la Policía, ya que el ladrón fue detenido en el exterior del bar”, añade. Al parecer, había agentes que le seguían la pista porque sospechan que es autor de otros robos similares. Se da la circunstancia, también, de que al oír ruido de cristales, una vecina del edificio llamó por teléfono a la comisaría, que se encuentra a poca distancia de la cervecería.
El delincuente, “al que ya he visto por la calle”, comenta el empresario, es un varón de más de cincuenta años y toxicómano.
En cualquier caso la Policía Nacional le ha imputado un delito de robo con fuerza en grado de tentativa pero con el agravante de premeditación, ya que todo apunta a que lo había planeado.
Los daños en el local, que cubrirá el seguro, ascienden a unos 300 euros, porque además del cristal de la puerta de entrada, también rompió, de rebote, otro cristal que separa esa entrada de la cocina.
No es la primera vez que este establecimiento sufre robos, quizá, como apunta el propietario, porque todo su perímetro está acristalado. Sin embargo, tiene buenas medidas de seguridad, entre otras cámaras de vigilancia, cuyas imágenes recibe Sastre en su teléfono móvil o en cualquier ordenador.
