Jacinto Romero Peña
En Madrid, 6 de la tarde. Un denso silencio se ha derramado sobre la ciudad después de la revuelta contra las tropas invasoras. ¿O ha sido el comienzo de una revolución? Puertas cerradas a cal y canto, carros que no serpentean por las calles y vendedores que no trinan lo que otros días ofrecen con gracia singular. Una ciudad acogedora sin límites, donde reside la alegría de vivir -que no la abundancia material del común de sus moradores-, vive la angustia y la desesperación de no tener noticias de los seres queridos que salieron de casa de buena hora, con cara de momento trascendental en sus vidas.

Para aumentar el desasosiego, desde las tres de la tarde se oyen disparos aislados de cuando en cuando. Dicen que están fusilando a paisanos encontrados con restos de marcas de combate, o simplemente por llevar consigo unas tijeras o agujas de coser. Parece ser que se ha asesinado a inocentes en el hospital del Buen Suceso, en el Prado, en Leganitos, en el Retiro, en la Puerta de Atocha, en… , y que se está preparando una cuerda de presos para llevarlos a la loma del Príncipe Pío. Farol de ignominia, y camisa blanca y pecho al descubierto.
PD. Cuatrocientos diez muertos y 171 heridos. Menos de cuatro años después, la Constitución de 1812 expresaba en su bellísimo artículo 2 que: “ La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona”. Desde entonces, seguimos luchando con variada fortuna por las libertades en España. Y parece que va para largo. ¡Gloria a los héroes del dos de mayo de 1808!