Milagrosa. Así tendría que apellidarse la Carrera del Pavo para bicicletas sin cadena que se organiza tal día como ayer, desde hace 77 años, cada 25 de diciembre. ¿Las razones? Pues una de ellas puede ser su longevidad. Y es que –tal y como está el patio– es una tarea muy complicada mantener viva una tradición en la que participan ciclistas de todas las edades, y que es seguida por miles de personas todas las Navidades.
Otra de las razones para creer en el milagro de la Carrera del Pavo llega tras ver la velocidad que alcanzan los ciclistas al bajar la calle Teodosio El Grande, evitando los sustos para luego torcer hacia la Calle Real.
Y otro motivo es el meteorológico. O si no, con el cielo tan oscuro como estaba ayer, ¿cómo se explica que durante la Carrera del Pavo no cayera una gota, y solo unos minutos después de que acabara se pusiera a llover a cántaros? Pues eso, un milagro.
Por todo ello merece la pena disfrutar de una prueba deportiva única, que un año más –bajo la organización del Club 53×13 y la colaboración de varios voluntarios– reunió en las Plaza del Azoguejo y en la Calle Real a miles de espectadores que no se quisieron perder las aventuras de 71 ciclistas que, sobre sus bicicletas sin cadenas, llegaron todo lo lejos que les llevó su pericia a la hora de manejar el manillar.
En la zona de salida se podían oir –entre las pertinentes felicitaciones navideñas– algunos consejos de corredores experimentados a otros que iban a participar por primera vez; y se veía algún que otro disfraz propio de la época del año y, eso sí, a todos los participantes con sus respectivos cascos protectores –obligatorios a partir de este año– de todo tipo y tamaño, ya fueran de ciclistas o, incluso, de motociclistas.
A las 11:30 en punto se lanzó desde la plaza Día Sanz el primer participante, Luis Cuesta, habitual speaker de numerosas pruebas atléticas organizadas en Segovia y su provincia. Varios miembros de su familia también participaron, como es habitual.
Y después de él –y de un joven valiente con el dorsal número 4– salió Julio Martín, el campeón del año pasado, y que iba a repetir triunfo en esta edición, tras un desempate con los mismos protagonistas que en 2011.
De este modo, después de que entre los 71 inscritos solo cuatro consiguieran llegar a la meta situada en la plaza del Seminario, el nombre del ganador se decidió tras una última carrera que reunió en su salida a Julio Martín, Daniel Torres, Miguel Martín y Alfonso Martín.
Los cuatro salieron a la vez de la plaza Día Sanz, y ya en la bajada Julio tomó una ventaja que resultó ser insalvable para sus tres perseguidores.
De esta manera, el segundo puesto fue para Daniel Torres; el tercero, para Miguel Martín –que repitió su puesto del año pasado–; mientras que Alfonso Martín no pudo llegar a cruzar la línea de meta.
Este fue el orden en el pódium situado a los pies del Acueducto, donde los tres mejores recogieron sus premios: un pavo, cava y trofeo para el vencedor; un pato y cava para el segundo; y un gallo y cava para el tercero.
Destacar también la participación de nueve féminas: Pilar Cañas, Elena Cuesta, Soledad Cuesta, Azucena Medina, Marina Cuesta, Sara García, Inés Torres, Ana Cañas y Blanca Gómez.
Tras la entrega de galardones se celebró el sorteo de un jamón para uno de los ciclistas inscritos. Pero ningún participante se fue con las manos vacías, ya que se llevaron cava y turrón.
Asimismo, el homenajeado este año por la organización, Víctor Gilarranz, entregó al alcalde Pedro Arahuetes una bicicleta en miniatura, fabricada en madera.
